En unas semanas, empezará el monzón en Bangladesh. Los riesgos de inundaciones y deslizamientos de tierras son inminentes. Los trabajadores de ACNUR trabajan para evitar los daños y mejorar las infraestructuras.
Con sus escasas pertenencias empacadas en sacos de arroz, Momena, Mohammad y sus tres hijos se sientan a esperar a que les trasladen a un refugio más alto. Su parcela, rodeada por un profundo arroyo, es propensa a las inundaciones. Saben que la próxima temporada de lluvias en Bangladesh podría traer peligros mortales.
"Ninguno de nosotros sabe nadar. Si estamos aquí durante el monzón, seguramente nos ahogaremos", dice Mohammad, padre de tres hijos. La temporada de lluvias llegará en las próximas semanas a Bangladesh, donde ACNUR trabaja a contrarreloj para evitar una catástrofe que amenaza al asentamiento de refugiados más grande del mundo. Desde agosto, miles de rohingya han huido hasta allí para escapar de matanzas, incendios y violaciones en el estado Rakhine en Myanmar.
"No es si esto va a suceder, sino cuándo. Los suelos son una combinación de capas de arcilla, limo y arena, y esos suelos se moverán. Habrá deslizamientos de tierra, inundaciones en los barrancos e inundaciones repentinas".
John Wain, oficial del refugio de emergencia de ACNUR en Cox's Bazar.
Las lluvias del monzón alcanzan su punto máximo en julio y agosto. Las inundaciones se suman al riesgo de deslizamientos de tierra agravado por la tala de árboles para obtener combustible.
El peligro es inminente para Mohammad y su familia, cuyo refugio está al lado de un arroyo que se desbordó una noche cuando unos granjeros lanzaron agua de la presa para irrigar los cultivos de arroz. "Estábamos hasta los tobillos de agua sucia esta mañana", dice Alam, otro padre de familia de tres niños menores de cuatro años. "Esto no es seguro para nosotros".
Siraj Begum vive en una de las laderas empinadas en riesgo de colapso por las lluvias monzónicas. El año pasado perdió el equilibrio durante el monzón en Bangladesh y cayó por la ladera hasta un fétido arroyo, lesionándose la pierna de lo que aún no se ha recuperado.
"No sé si podremos vivir aquí durante otro monzón", dice desde su casa situada en una ladera empinada.
ACNUR ha trasladado a las primeras de las 360 familias de mayor riesgo a terrenos más altos, pero son necesarios más recursos para trasladar a otras como la de Begum antes de que empiecen las lluvias.
Para reducir el peligro de colapso, los excavadores igualan las laderas más empinadas, rellenan los valles con tierra para proveer un terreno más estable y están enderezando las vías fluviales obstruidas para que el agua fluya sin obstáculos.
"Si no empezamos ahora, no tendremos tierra seca antes del monzón", dice Wain.
Entre las familias que han sufrido las inundaciones, los problemas de salud son evidentes. Mientras esperan a mudarse, el hijo de Begum sufre de tos y vómitos. "Se pone peor por la noche", dice ella.
Su vecino, Nurul Absar, tiene cuatro años y sufre escalofríos. Su abuela culpa al agua contaminada. "Ahora tiene fiebre por el agua, y solo podría empeorar con el monzón", dice.
Antes de la tormenta que se avecina, ACNUR está proporcionando postes de bambú y lonas impermeables para impermeabilizar los refugios de familias como ellos.