La violencia en la República Democrática del Congo dura más tiempo del que se puede imaginar. Desde uno de los colonialismos más atroces de la historia, en el conocido como Congo Belga, hasta la dictadura de Mobutu y la Guerra del coltán.
En este escenario, los niños son usados como arma de guerra. Cuando una mujer pregunta cuántas madres han perdido a sus hijos, las manos levantadas nos dejan sin palabras. Casi todas han perdido la esperanza de volver a verlos. A medida que el conflicto empeora, miles de niños desaparecidos son secuestrados.
Augustine se ha preparado para lo peor. Hace un año, su hija de seis años fue secuestrada por los rebeldes y no cree que vaya a volver a verla nunca más. Ahora, vive desplazada en la ciudad de Kalemie, junto al lago Tanganica, en el que se ha convertido en el hogar de un gran grupo de padres y madres en duelo.
“Los rebeldes vinieron a nuestra aldea, se llevaron a nuestros niños y desaparecieron con ellos. Violan a las chicas y las cortan en pedazos pequeños con machetes”, asegura. Allí, los casos de violaciones y asaltos sexuales son tan altos que la mayoría de las mujeres son violadas más de una vez en la vida.
Desde que comenzó el conflicto actual, el número de niños desaparecidos en el país se cifra en miles, aunque es difícil de calcular. Entre ellos, las dos hijas de Elisabeth fueron secuestradas por los rebeldes hace ya un año en el que su madre las ha buscado sin éxito, pero sin descanso.
Algunas madres como Ndiba han tenido más suerte. En diciembre de 2016, sus cinco hijas fueron secuestradas por las milicias que las llevaron a los bosques donde fueron agredidas y abusaron de ellas. Pero su madre no se rindió y, tras cinco meses de búsqueda desesperada, pudo negociar su liberación a través de grupos de ayuda.
“El día que encontré a mis hijas estaba muy feliz porque la mayoría de los niños desaparecidos nunca vuelven. Estaban muy delgadas. Tenían heridas en los pies. Su color había cambiado. Sus ojos estaban llenos de tristeza. Sin embargo, estaba contenta”, dice Ndiba consciente de que ahora tendrán que luchar contra el trauma físico y psicológico de lo que les ha pasado.
“Nunca pensamos que secuestrarían a nuestros hijos. Ahora ya seguramente están muertos”, dice otra de las madres en duelo.
Las historias de atrocidades y violencia entre las personas que han huido de sus casas en Tanganyika son difíciles de olvidar. Asesinatos, secuestros y violaciones se suceden mientras las aldeas son atacadas y el número de niños desaparecidos aumenta casi a diario.