Hace un año, Ain Gul* huyó con cinco de sus hijos a Jalalabad. Allí viven en una tienda de campaña dentro de un solar que comparten con otra familia. "Cuando empezó el conflicto, tuvimos que dejar nuestra casa y venir a Jalalabad. Los talibanes obligaban a la gente a cocinar para ellos. No teníamos comida ni siquiera para nosotros mismos, ¿cómo íbamos a alimentar a los talibanes? Alguien nos mostró este lugar y el dueño dijo que podíamos quedarnos", explica.
Como ella, millones de personas en Afganistán sufren hoy las consecuencias de varias crisis superpuestas: la de seguridad, la económica, la de desplazamiento forzado, la climática y la alimentaria.
ACNUR ha ampliado su presencia sobre el terreno desde agosto de 2021 y ahora cuenta con una plantilla de casi 300 personas que operan desde nueve oficinas para atender las necesidades humanitarias y dar una respuesta de emergencia en Afganistán. La Agencia trabaja con 34 organizaciones socias, con 1.100 empleados más, garantizan que su asistencia llegue a los necesitados. ACNUR tiene ahora un acceso sin precedentes en todo Afganistán.
La pérdida de libertades afecta especialmente a las mujeres, como Ain Gul*, y a las niñas, que se están viendo privadas de derechos como el de la educación o el trabajo. Cada vez sufren más restricciones. Incluso las que trabajan en los sectores de la educación y la atención sanitaria pueden verse obstaculizadas por las restricciones de desplazamiento.
En las últimas décadas, podían trabajar y moverse libremente. Hoy, ni siquiera se les permite salir a la calle solas. Desde el año pasado, las mujeres no pueden viajar a más de 78 kilómetros de distancia sin un tutor masculino. En algunos casos, ese tutor puede ser su hijo, ya que solo tiene que ser mayor de 10 años.
Las mujeres afganas deben tener un espacio para liderar y participar. Sin la plena participación de las mujeres y las niñas en todos los aspectos de la vida pública, hay pocas posibilidades de lograr una estabilidad y un desarrollo económico duraderos.
ACNUR ha construido Centros de Recursos y Negocios para Mujeres que incluyen clases de formación, apoyo psicosocial, espacio para actividades comerciales, clases de informática y otros servicios.
En la foto, una niña espera con su hermana mayor para recibir ayuda económica de ACNUR en un asentamiento para desplazados en Loya Wala, al norte de Kandahar, Afganistán.
La combinación de crisis económica, sequías recurrentes, el aumento de los precios de los alimentos y la guerra en Ucrania ha disparado los niveles de desnutrición en Afganistán. Más de 20 millones de personas sufre hambre extrema, especialmente los 3,5 millones de afganos desplazados por el conflicto, que son extremadamente vulnerables y necesitan ayuda urgente para prepararse para el próximo invierno, y dos millones de niños están desnutridos en el país, según el Programa Mundial de Alimentos (WFP, por sus siglas en inglés).
El país atraviesa una profunda crisis económica que ha traído pobreza y miseria y ha desencadenado una de las peores emergencias humanitarias en la actualidad. Las colas del hambre no dejan de crecer y los hospitales están desbordados por los altos niveles de desnutrición.
“Cuando las familias están desesperadas, los niños se exponen a un gran peligro”.
Peter Kessle, trabajador de ACNUR en Afganistán.
20 millones
de personas sufren hambre extrema en Afganistán.
2 millones
de niños sufren desnutrición.
Peter Kessler, trabajador de ACNUR en terreno, afirma: “Las jóvenes son obligadas a casarse. Los niños son enviados a trabajar a pueblos y ciudades o a países vecinos, a través de rutas de contrabando. Muchos recogen basura, restos de pan que aún puedan comer o residuos de plástico que queman para calentarse. Los niños están expuestos a un gran peligro cuando las familias están desesperadas".
En la foto, unos niños recogen plástico en las orillas del río Kabul para venderlo. Más de cuatro millones de niños afganos no están escolarizados y la grave situación económica empuja a más familias a enviar a sus hijos a trabajar. Los informes sobre el matrimonio infantil indican un aumento.
“Si una familia tiene suficiente dinero para comprar alimentos y cubrir otras necesidades, como preparar sus hogares para el crudo invierno, la desesperación no será tan grande. Por eso, ACNUR proporciona ayudas económicas a las familias para que puedan comprar comida o prepararse para la llegada del invierno. Esto permite a los niños y niñas la oportunidad de ir a la escuela, en lugar de tener que trabajar para ayudar a su familia a llegar a fin de mes”, añade Peter Kessler.
Hasta el 31 de julio de 2022, ACNUR había asistido directamente a 560.000 personas con ayuda en efectivo, tiendas de campaña, artículos básicos de emergencia, como mantas, suministros para el hogar, kits de higiene, ayudas económicas para reparar refugios, lonas, bombonas de gas y otras ayudas.
Alrededor de 2,5 millones de afganos que residen en las áreas prioritarias de retorno y reintegración pueden beneficiarse de infraestructuras como escuelas, centros de salud, pozos y sistemas de distribución de agua, construcción de carreteras y otras actividades.
"Los ingresos medios de una familia en Afganistán son de 75 dólares. El precio para alimentar a esa familia es de 100 dólares. Eso significa que les faltan 25 dólares de comida cada mes".
Peter Kessler, trabajador de ACNUR en Afganistán.
Las frecuentes e intensas catástrofes naturales también están haciendo mella en las ya devastadas comunidades afganas. Las lluvias inusualmente intensas del verano han provocado inundaciones en las regiones orientales y meridionales, dañando carreteras, viviendas y tierras de cultivo.
Un terremoto de magnitud 5,9 en la escala de Richter a finales de junio sacudió las provincias sudorientales de Khost y Paktika, donde perdieron la vida más de 700 personas.
Los incendios forestales en la provincia oriental de Nuristán han dejado calcinados los bosques, mientras que los corrimientos de tierra han aislado a las comunidades en otros lugares.
Los signos de la sequía se pueden ver por todas partes en el árido paisaje de la provincia de Helmand. Las perspectivas son sombrías para los agricultores de la zona. Los canales de riego se han secado. Las autoridades han liberado algo de agua del principal embalse de Kajaki, pero las reservas se han agotado.
En la vecina provincia de Kandahar, el río Arghandab se ha reducido a un arroyo. Muchas personas han comenzado a marcharse. Esta vez, no huyen del conflicto, sino de los efectos combinados del cambio climático y el colapso económico. 1,57 millones de personas están desplazadas dentro del país por motivos relacionados con el clima.
La sequía en Afganistán afecta hasta al 80 % de la población. Como la economía afgana depende en gran medida de la agricultura y del pastoreo del ganado, están aumentando los desplazamientos provocados por la falta de medios de vida y el difícil acceso a alimentos.
Con su respuesta de emergencia y su experiencia en materia de refugios, ACNUR proporciona ayuda humanitaria cuando Afganistán se enfrenta a catástrofes naturales, entregando rápidamente tiendas de campaña y suministros domésticos, como ocurrió tras el terremoto del 17 de enero y del 22 de junio de este año en el oeste del país.
En respuesta al devastador terremoto de junio en el sureste de Afganistán, ACNUR tiene previsto construir 2.300 viviendas resistentes a terremotos y proporcionar protección y asistencia psicosocial en las provincias más afectadas de Khost y Paktika.
Los afganos llevan más de 40 años de conflictos, catástrofes naturales, pobreza crónica e inseguridad alimentaria. Las necesidades aumentan, el tiempo pasa y los fondos comienzan a agotarse.
(*) Nombre ficticio por motivos de protección.
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