En la ciudad de Alepo, la vida resurge sobre las cenizas. Abu Ahmad ha vuelto a su casa en el este de la ciudad: un edificio totalmente quemado por la guerra en el que ha decidido reabrir las puertas del restaurante que heredó de sus abuelos hace más de 50 años. Para él, este local tiene un valor sentimental.
Justo enfrente de la ciudadela de Alepo, destruida por más de 5 años de batalla, su local ofrecía cordero asado a visitantes y turistas. Ahora, Abu Ahmad reemprende su negocio con la esperanza de que Alepo vuelva a ser, algún día, lo que un día fue.
Hasta que llegó la guerra, Alepo era el hub industrial y económico del país y el hogar de más de una cuarta parte de la población siria. Situada en la ruta principal entre la península arábiga y Turquía, daba cobijo a millones de personas que se dedicaban a la producción química y a la ingeniería de productos como acero, aluminio, vidrio y agroalimentación.
Pero de pronto, todo cambió. La inseguridad y la violencia en muchos de los barrios de la ciudad de Alepo dejaron a su población frente a un insoportable asedio durante meses, en los que comprar comida o medicinas era casi imposible para la mayoría de la población.
En diciembre de 2016, las luchas en el este de Alepo terminaron por fin, dejando a su paso un montón de edificios quemados y derruidos sobre los que empezar a reconstruir.
Haroun no llegó a marcharse de allí. Ahora, a sus 87 años de edad, lleva orgulloso su profesión: la de vendedor ambulante por las calles de un Alepo que, poco a poco, recupera el color de lo que fue antes de la guerra.
Entre las ruinas de sus calles, el llamativo color rosa de los algodones de azúcar contrasta con los grises y tierra del paso de una guerra. Decenas de niños y ancianos vagan buscando un sustento tras haber perdido todo. Aunque algunos colegios han reabierto sus puertas en el este de la ciudad, muchas familias tienen que elegir entre comer y estudiar.
“Quiero ir al colegio, pero mi familia quiere que trabaje porque no tienen dinero”, cuenta Mahmoud, de tan sólo 11 años. Pasea junto a su amigo Zacharias, de 13, tras haber tenido que dejar el colegio por culpa de la guerra. La situación de sus familias no les permite volver.
Ahmed tiene suerte de haber encontrado un trabajo en el Alepo rural. Esta panadería automática está abierta durante 24 horas al día para proveer de pan a todo el área cercana a Maskaneh. 30 trabajadores como Ahmed hacen turnos de 12 horas cada día para mantener las máquinas siempre funcionando. A sus 14 años, se siente afortunado de haber podido volver a casa, “Es genial volver a casa, echaba de menos mi casa, mis amigos, mis vecinos”.
Como ellos, más de 400.000 personas han podido volver al este de la ciudad de Alepo tras su liberación y hacen lo que pueden para sobrevivir. Pero más ayuda sigue siendo necesaria para que puedan recuperar sus vidas arrebatadas por la guerra en Siria.