“Su participación en las Olimpiadas es un homenaje al valor y la perseverancia de todos los refugiados que están superando la adversidad y construyendo un futuro mejor para ellos mismos y sus familias”, ha dicho el Alto Comisionado de ACNUR, Filippo Grandi.
Yusra, Yonas, Anjelina y Popole son 4 de los 10 refugiados que irán a los Juegos Olímpicos representando a los millones de personas que se han visto obligadas a huir y convertirse en refugiadas.
A esta joven siria su talento para la natación le salvó la vida cuando el bote en el que viajaba con otras 20 personas se quedó varado en el Mediterráneo. Yusra se tiró al agua y ayudó a empujar el bote hasta la costa griega. Su optimismo y sus ganas de salir adelante le han llevado a entrenar duro en Alemania para poder participar en los Juegos. Estar en Río 2016 es un gran sueño para ella, pero su mayor deseo sigue siendo volver a Siria algún día.
Yonas, de origen etíope, lleva cinco años viviendo en Luxemburgo como refugiado, donde trabaja como taxista y estudia francés. En su tiempo libre, se dedica a entrenar para convertirse en el mejor corredor. Dice que le gustaría que este equipo de refugiados sirviera de motivación e inspiración para los refugiados que están viviendo en los campos de Etiopía.
A los seis años Anjelina tuvo que huir de su aldea en el sur de Sudán por los combates que, asegura, “lo destrozaron todo”. Desde entonces no ha vuelto a ver a sus padres, pero sí sabe que están sufriendo la violencia y el hambre que se vive ahora su país. Ellos han sido siempre su mayor motivación para entrenar duro y formarse en el campo de refugiados donde vive, en Kenia. Anjelina sueña con poder ganarse la vida como corredora y poder ayudar así a sus padres.
Popole tenía sólo nueve años cuando tuvo que huir de los combates en su ciudad, en la República Democrática del Congo. Estuvo varios días solo en el bosque hasta que fue rescatado y llevado a un campo para desplazados en la capital. Allí descubrió el judo, que hoy le ha traído hasta los Juegos de Río de Janeiro. Por el camino ha pasado años de sufrimiento, pero por fin en Brasil ha encontrado una nueva oportunidad como solicitante de asilo y como miembro del equipo de los refugiados de los Juegos Olímpicos de 2016.
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