<p>Alqumit Alhamad es sirio, musulmán y homosexual. Llegó a Suecia en un día nevado de febrero. En su mochila: una muda, utensilios artísticos y CDs de Lady Gaga, Björk y Barbara Streisand.</p>
Alqumit Alhamad es sirio, musulmán y homosexual. Llegó a Suecia en un día nevado de febrero. En su mochila: una muda, utensilios artísticos y CDs de Lady Gaga, Björk y Barbara Streisand.
El artista de 24 años huyó de Raqqa, en el norte de Siria, cuando en 2012 los extremistas tomaron la ciudad como su cuartel general. Alqumit y su familia huyeron hasta el puerto de Latakia, desde donde llegó a Aleppo para terminar sus estudios universitarios.
Después de que los misiles aterrizaran en el campus, cogió algunos utensilios artísticos, sus CDs preferidos y huyó hasta Turquía y entró a Europa por Grecia en noviembre de 2015.
“Los guardias europeos siempre me miraban raro cuando abrían mi mochila. Pero no me importa. No puedo vivir sin mi música”.
Alqumit, refugiado sirio.
Cuando llegó a Suecia, se quedó en un campo en Västeras certificado para LGBT: lesbianas, gays, bisexuales y transgénero. Tres meses después, conoció a Linnea Tell a través de un amigo y una organización que ayuda a conectar a refugiados con anfitriones locales. Hicieron muy buenas migas y Linnea le invitó a quedarse con ella y con su hijo de 9 años, Vidar, en un pueblo a 38 kilómetros de Malmö.
Alqumit habla abiertamente de las situaciones traumáticas que pasó en Siria. Algunos de sus amigos fueron torturados por militares y muchos homosexuales fueron echados de sus casas en su ciudad. Cuenta cómo cuando era niño, abusaron de él y cómo se sintió cuando las bombas mataron a su vecino y vio un cadáver por primera vez.
“No puedo explicar cuánto ha cambiado mi vida ni la sensación de libertad que tengo. Cada día me despierto y pienso `Oh Dios, soy sueco´. Eso es mágico, puedo decir lo que me gusta y hacer lo que me gusta. La gente, la cultura y la seguridad que hay aquí es un mundo completamente diferente, especialmente para una persona homosexual que viene del mundo árabe”
Alqumit y Linnea han creado una verdadera amistad. Él es extravagante e inquieto, ella tranquila y callada. Ahora, pasan las tardes juntos y cuidan el uno del otro.
La sueca de 29 años quería ayudar ante la crisis de los refugiados, pero no tenía tiempo para ser voluntaria. Ofrecer una habitación extra que tenía en casa le pareció la alternativa más sencilla.
Ahora, su vida ha cambiado drásticamente: prepara su próxima exhibición artística, expondrá en Nyköping en mayo de 2017.
Ésta es sólo una de los cientos de historias que han sido acogidas en Europa, que han roto las barreras del idioma, cultura y religión. Un ejemplo de generosidad que nos llena de esperanza y de humanidad.