Miles de voluntarios viven cada día las historias que deja la guerra. Una de ellas es Bathoul, que enseña en una escuela de Trípoli, al norte de...
Miles de voluntarios viven cada día las historias que deja la guerra. Una de ellas es Bathoul, que enseña en una escuela de Trípoli, al norte de Líbano. Se trata de un proyecto puesto en marcha por ACNUR y el Consejo Noruego para los Refugiados, que ayudan a niños de Siria que no pueden ir a la escuela a causa de la guerra, pero que quieren seguir aprendiendo para labrarse un futuro. En este post podrás:
Uno de estos niños es Diyaa, un chico de corta edad, pero muy alegre, que siempre tiene una sonrisa en la cara y al que le gusta vestir con colores llamativos. La primera vez que Bathoul le vio, con sus muletas apoyadas en la mesa, creyó que se habría caído en el patio, jugando y brincando con sus compañeros y que necesitaría reposo. Cuando se acercó, vio la cruda realidad de la guerra: Diyaa perdió la pierna en Siria durante una explosión y a sus pocos años ya se ha encontrado con una gran limitación.
Foto: ACNUR / Bathoul Ahmed
En su idioma Diyaa significa “luz brillante” y nada podría definirlo mejor. A pesar de su discapacidad, este niño de apenas ocho años sigue manteniendo sus amistades y hace vida normal a pesar de sus limitaciones.
Hace un año, cuando Diyaa apenas conocía el significado de la guerra, una explosión cambió su vida para siempre. Entre las secuelas que sufre se encuentra la pérdida de la pierna, una limitación que se hace incluso más dura para un niño, pues no le permite correr o brincar como sus compañeros.
Con el paso del tiempo, sin embargo, Diyaa ha sabido dejar a un lado su problema e integrarse totalmente en su nuevo hogar. No consiente que su lesión se convierta en una discapacidad e intenta hacer las cosas por él mismo. Cuando le dijeron que podría continuar yendo al colegio a pesar de estar lejos de casa, no se lo pensó.
Después, se encontró con el reto de las barreras arquitectónicas, como las escaleras, pero ha sabido superarlas sin necesidad de pedir ayuda. “Yo quiero ir a la escuela; puedo hacerlo solo”, dice. Bathoul habla de Diyaa con su antiguo profesor, que confirma sus impresiones y le dice que es un niño muy especial. “Es uno de los que tiene más confianza de la clase. No deja que esto sea una limitación”, cuenta el maestro.
Diyaa es un ejemplo de lo que se puede perder en la guerra, pero también un ejemplo de superación, que nos hace ver que muchos pequeños maduran antes como consecuencia de todo lo que vieron y sufrieron en estos enfrentamientos. A pesar de todo lo que ha vivido, Diyaa es un niño feliz, que aprende al mismo ritmo que los demás y que pasa largas horas jugando con sus amigos, como si nada hubiese pasado y como si siguiese en casa disfrutando de su infancia.
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