¿Te has preguntado alguna vez qué relación guardan las crisis de crecimiento de los niños con las situaciones de emergencia humanitaria? ¿Qué tiene que ver una cosa con...
¿Te has preguntado alguna vez qué relación guardan las crisis de crecimiento de los niños con las situaciones de emergencia humanitaria? ¿Qué tiene que ver una cosa con la otra? Mucho más de lo que imaginas; te lo contamos en este post.
Las crisis humanitarias son situaciones excepcionales en las que se ven comprometidas la integridad y la vida de las personas. No hay garantías de que sus derechos se respeten, sobre todo si se trata de grupos sociales especialmente vulnerables como las mujeres o los niños más pequeños.
En este último caso, los menores resultan afectados por dos hechos concretos: la escasa comprensión que tienen sobre lo que sucede a su alrededor durante una guerra o una situación de violencia extrema y la dependencia de los adultos.
Por ejemplo, tenemos el caso de los niños vietnamitas, a quienes el final de la guerra en su país y los numerosos desastres naturales sufridos en varias regiones han puesto en la diana de problemas como la pobreza, la falta de libertades, las epidemias, la escasa educación o la desigualdad, entre muchos otros.
Estos factores generan efectos puntuales en el bienestar de los niños, pero hay uno en el que se conjugan todos en menor o mayor grado: la crisis de crecimiento, es decir, cuando esos efectos se convierten en un obstáculo para el desarrollo sano, equilibrado y pleno de los menores en sus entornos.
Dicha crisis de crecimiento puede estar motivada por aspectos como la alimentación deficiente, la falta de acceso a servicios básicos, las condiciones de pobreza extrema, la ausencia de una sanidad de calidad o incluso otros más complejos como el reclutamiento forzoso por parte de los bandos en conflicto.
ACNUR colabora en distintas partes del mundo en proyectos orientados a proteger a los niños en situaciones de emergencia humanitaria. El objetivo es garantizar sus derechos fundamentales al margen de su condición económica, raza, etnia, clase social, religión o nacionalidad.
Los niños siguen siendo uno de los grupos de edad más golpeados en este tipo de situaciones. Según la más reciente versión del informe Tendencias Globales, publicado por ACNUR este año, el 51% de los refugiados son menores de edad, es decir, más de 11 millones.
En Sudán del Sur, un territorio que vive la más grave crisis política y social de su corta trayectoria como país, en los últimos años ha tenido que abandonar su hogar una población equivalente a todos los habitantes de Albania (2,9 millones de personas). De ellos, 2 de cada 3 eran niños.
Las iniciativas concretas para proteger a los refugiados menores de edad se enfocan en atender necesidades básicas como la asistencia alimentaria, la atención médica, su retorno a la escuela y las actividades formativas. Estas últimas son, en la gran mayoría de los casos, la manera más eficaz de protegerlos de los riesgos del desplazamiento forzoso y de proporcionarles herramientas para su supervivencia en el futuro.
La importancia de proteger a los niños refugiados en una situación extrema va mucho más allá de la cobertura de una serie de necesidades. Hacerlo supone salvar el futuro de muchas comunidades y pueblos, para lo cual es preciso reducir el riesgo de que sufran crisis de crecimiento u otros problemas que comprometan su desarrollo integral.
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