La edición número 25 de la Cumbre del Clima que se celebra en Madrid vuelve a poner en la agenda mundial el tema de la emergencia climática y...
La edición número 25 de la Cumbre del Clima que se celebra en Madrid vuelve a poner en la agenda mundial el tema de la emergencia climática y las consecuencias que tiene para todos los habitantes del planeta.
Un problema que preocupa desde siempre a las Naciones Unidas. Recientemente, su secretario general, António Guterres, hizo un llamamiento a los principales líderes mundiales para que promuevan planes concretos que se enmarquen en el Acuerdo de París. Es decir, que ayuden a reducir en un 45% durante los próximos diez años las emisiones de gases de efecto invernadero. Y a cero en el año 2050.
Andrew Harper, el nuevo asesor especial sobre acción climática de ACNUR y presente en la cumbre de Madrid, dijo que “el cambio climático amplifica la frecuencia e intensidad de los desastres de aparición repentina y contribuye a la fragilidad y el conflicto”, por lo que “más personas estarán en riesgo de desplazamiento a menos que se tomen medidas urgentes”. Además, manifestó que “solo en la primera mitad de este año, y según los datos del Centro de Monitoreo de Desplazamiento Interno, las tormentas, inundaciones y otros desastres provocaron varios millones de nuevos desplazamientos, algunos de los cuales fueron personas desplazadas más de una vez”.
“La gente está sufriendo y muriendo por las inclemencias del clima”, declaró la famosa activista Greta Thunberg en su visita a la capital española para la cumbre. Y en las palabras de ella sumadas a las de Harper se condensa una preocupación fundamental de ACNUR: la situación de los desplazados por causas climáticas.
Shalle Hassan Abdirahman es uno de los tantos refugiados somalíes que han huido a Etiopía por causa de las sequías prolongadas que generaron que no pudiera producir nada en su tierra y que empezara a pasar hambre. “Ahora el río no tiene agua y el cielo no tiene lluvia. Ningún ser humano permanecerá allí, hay sequía en la tierra y no llueve”, decía Shalle Hassan.
Somalia es uno de los casos más emblemáticos de desplazados climáticos. Las fuertes sequías de 2016 y 2017 provocaron más de 1 millón de desplazados internos. En 2019, una nueva sequía amenaza con otra crisis humanitaria, que se suma a un conflicto armado persistente hace años y que puede generar un estado de emergencia muy grave.
Se cree que, en caso de persistir las escasas precipitaciones de lluvias en el país africano, unas 5,4 millones de personas se encontrarían en riesgo de inseguridad alimentaria. Desde inicios de este año, más de 49.000 personas han tenido que desplazarse de sus hogares por la sequía, en búsqueda de agua y de alimento.
De acuerdo con datos del Centro para el Monitoreo del Desplazamiento Interno, en 2018 fueron 17,2 millones las personas obligadas a desplazarse por causas climáticas, sobre todo inundaciones, sequías, tormentas o incendios forestales. Las regiones más afectadas y que causaron auténticas crisis humanitarias fueron Afganistán tras una prolongada sequía, Samoa por la acción devastadora del ciclón tropical Gita y Filipinas con graves inundaciones.
Cuando el refugiado nigeriano Hawali Oumar huyó a Chad a causa de la violencia de Boko Haram, tras el asesinato de su padre y el incendio de su vecindario, pensó que los problemas habían acabado. Hawali es pescador y en el lago Chad creyó encontrar el sustento clave para mantener a su familia, pero pronto vio que, a causa de las sequías provocadas por el cambio climático, el volumen de agua del lago se ha reducido en un 90 por ciento. Y toda el área que lo rodea asiste a la deforestación, sequía y desertificación prolongadas.
Este es un ejemplo claro de que una persona refugiada por temas de violencia y de persecución política puede volver a enfrentarse a otro problema de índole medioambiental y que lo obligue a un nuevo desplazamiento.
ACNUR tuvo que actuar de manera decidida en Zimbabue cuando el ciclón tropical Idai destrozó campos de refugiados en ese país durante marzo de 2019. Se reubicaron a las familias en albergues seguros y se las proveyó con lonas de plástico, carpas y agua limpia. Lo mismo ha sucedido con los refugiados rohingya asentados en el sur de Bangladesh, víctimas de tormentas monzónicas, deslizamientos de tierra e inundaciones.
Y la zona de Minawao, en Camerún, se enfrenta a una deforestación grave por causas del calentamiento global y toda la actividad generada por más de 58.000 refugiados nigerianos. Por eso se está poniendo en acción un plan delineado por ACNUR y sus socios Land Life Company y LWF para reforestar la zona, con el objetivo de plantar 20.000 árboles. Estas medidas se enmarcan dentro de la estrategia de energía sostenible lanzada por ACNUR durante este año para frenar el cambio climático que tanto afecta a miles de refugiados y desplazados en todo el mundo.
El primer recuerdo que Céline Semaan tiene de Líbano, su país natal, es huyendo de la guerra cuando tenía tres años y medio. Y de refugiada en Estados Unidos, pasó a ser la fundadora de un laboratorio de diseño en Brooklyn que tiene como premisa expandir los valores de la sostenibilidad ambiental en el circuito de la moda.
Omar llegó a Egipto proveniente de Sudán, desde donde huyó a causa de un conflicto armado. Hoy es uno de los tantos refugiados que ayudan a voluntarios locales en la limpieza del río Nilo, contaminado a causa de la gran cantidad de residuos plásticos. “Hoy, los voluntarios volverán a sus casas y le contarán a sus padres y madres que personas refugiadas de distintas comunidades les ayudaron a limpiar el Nilo, y esto cambiará para mejor la percepción que tienen de nosotros”, dice este muchacho sudanés.
Son solo dos ejemplos de una enorme cantidad de personas refugiadas que han encontrado en el cuidado del medio ambiente una razón para seguir adelante con sus vidas. Y esta dedicación funciona, además, como una forma de agradecimiento al país de acogida donde, finalmente, pudieron sentirse seguros.