“Hubo un tiroteo frente a nuestra escuela. Me dispararon dos veces. Casi pierdo la vida”, Con estas palabras, Christian recuerda lo que sufrió en Nicaragua y lo que motivó su...
“Hubo un tiroteo frente a nuestra escuela. Me dispararon dos veces. Casi pierdo la vida”, Con estas palabras, Christian recuerda lo que sufrió en Nicaragua y lo que motivó su huida. Al igual que su hermano Tony, estudiaba en la universidad en el momento en que estallaron masivas protestas en todo el país durante 2018 y una represión policial que dejó como saldo decenas de muertos y miles de personas heridas. Y un número que define a la diáspora: más de 108.000 nicaragüenses tuvieron que huir de su país.
Los estudiantes universitarios tuvieron un papel destacado en las protestas, de manera tal que Christian y Tony, que en ese momento tenían 19 y 24 años, respectivamente, se encontraron muchas veces con grupos armados que los detenían y registraban repetidamente cuando se dirigían al campus. Varios de sus amigos habían muerto en las protestas, por lo que el temor a perder la vida fue determinante para que decidieran marchar. Y los disparos que sufrió Christian un día que regresaba a casa ya fueron demasiado. “No queremos volver”, dice Tony, ahora feliz en Belice junto a su hermano, ambos rehaciendo su vida en una región donde ACNUR y sus socios locales trabajan para dar asistencia a más de 2.500 refugiados y solicitantes de asilo.
Sanos y salvos, estos hermanos nicaragüenses pudieron empezar de nuevo y son el testimonio vital de una diáspora que crece año tras año y que es el reflejo de una crisis muy profunda y sostenida dentro del país centroamericano.
La pandemia de COVID-19 profundizó las necesidades de ayuda humanitaria de las personas que han tenido que huir de Nicaragua y que se encuentran como refugiadas o solicitantes de asilo. Las tres cuartas partes de las más de 108.000 personas que han tenido que abandonar el país desde 2018 han buscado protección en Costa Rica, cuyo gobierno ha emprendido muchas acciones de protección y asistencia celebradas por ACNUR.
Pero la llegada de la pandemia profundizó la crisis migratoria y muchos nicaragüenses se enfrentan a problemas de seguridad alimentaria y a un aumento considerable de los índices de desempleo. “Conforme incrementan las necesidades de las personas de Nicaragua, la atención del mundo parece disiparse. Ante la falta de una respuesta oportuna y adecuada, corremos el riesgo de que la gente sufra sin necesidad”, dice Milton Moreno, el representante de ACNUR en Costa Rica.
De manera tal que ACNUR ha reforzado sus programas de asistencia a los nicaragüenses refugiados y solicitantes de asilo, con una mayor cobertura financiera a las personas más vulnerables y de servicio de seguro de atención médica de urgencia para 10.000 personas.
A través del Marco Integral Regional para la Protección y Soluciones (MIRPS), pensado para dar respuesta humanitaria a desplazamientos forzados dentro y desde América Central, ACNUR trabaja coordinando esfuerzos con agencias de la ONU y autoridades gubernamentales en las tareas de monitorear los movimientos transfronterizos y responder a las necesidades humanitarias y de protección de quienes huyen de Nicaragua. Todo esto incluye, además, apoyo sanitario y psicológico, distribución de alimentos y provisión de alojamientos seguros.
En los últimos cinco años se ha notado un aumento considerable de la cifra de personas refugiadas y solicitantes de asilo en la emergencia en Centroamérica. Esto ha sido motivado por el aumento de los índices de criminalidad y de violencia en la región, causados principalmente por las pandillas y los carteles de droga. Y en Nicaragua se suma la fragilidad institucional con reiteradas violaciones a los derechos humanos y persecución política.