Las guerras de África parecieran no llegar nunca a su fin y, actualmente, son varios los países que mantienen conflictos armados que generan miles y miles de víctimas...
Las guerras de África parecieran no llegar nunca a su fin y, actualmente, son varios los países que mantienen conflictos armados que generan miles y miles de víctimas mortales y millones de personas desplazadas internas y refugiadas. A todo esto, hay que sumarle otros daños generados por las guerras de África: aumento de la pobreza, desnutrición infantil, violencia contra la mujer y otros tantos más.
La manera más certera y cercana de contar lo que está sucediendo en aquellos países africanos en los que actualmente hay conflictos armados es a través de las voces de sus víctimas. Los testimonios de quienes viven o vivieron de cerca las guerras de África y que, afortunadamente, sobrevivieron para contarlo.
Este país africano vecino de Ruanda vive desde 2015 un repunte de la violencia armada que ha generado una situación de emergencia humanitaria en Burundi y que casi medio millón de personas hayan tenido que huir a otros países. Suzana Misago vio cómo las milicias antigubernamentales de Burundi destrozaron a su familia: “Fuimos a la cocina a preparar la comida y unos minutos después vinieron unos soldados y rodearon la casa. Mataron a mis hijos y le cortaron el cuello a mi marido”, dice esta mujer refugiada actualmente en Tanzania.
Niños de Burundi
Los atentados y las oleadas de violencia que comenzaron en los años 90 continúan asolando a Mali y atentando contra una inestabilidad política que pareciera no tener fin. Además de los miles de víctimas mortales, casi 200.000 personas han tenido que huir de sus hogares. “Lo habían destruido todo: puertas, ventanas, equipamiento… Hasta arrancaron las cortinas”, comenta Jamilla Amadou sobre lo que vio al regresar a Gao y comprobar que el hospital en el que trabajaba ahora no era más que una ruina. “No nos rendiremos… Esta es nuestra región y nuestra ciudad. Trabajaré por ella hasta mi último aliento”, dice esta enfermera.
La violencia intensificada desde 2009 por el grupo terrorista Boko Haram en Nigeria no se detiene allí y perpetúa un conflicto que ha ocasionado el desplazamiento de 2 millones de nigerianos y nigerianas y de cientos de niños y niñas secuestrados. “A las mujeres que se negaron a convertirse a su religión y ser sus esposas, las pusieron en una habitación separada. Solo nos daban judías para comer. Muchas de las mujeres y niños que estaban conmigo enfermaron. Algunos murieron”, dice Boussam Abdulahi, quien fue secuestrada por Boko Haram junto a sus dos hijas y pudieron ser rescatadas tras meses de vivir un auténtico terror. Hoy viven en un campo de refugiados en Níger.
Mujeres nigerianas
“Es muy difícil conseguir comida aquí. Si lo logro, como una vez al día. Pero si no como, no puedo amamantar. Es muy duro estar aquí”, dice Feitouana Ornella, madre de una recién nacida. Ella es una de las más de 40.000 personas desplazadas por la emergencia en República Centroafricana que buscan refugio en el aeropuerto internacional de Mpoko, después de que grupos armados Seleka y Anti-balaka se enfrentaran en la capital del país, Banghi, y obligaran a todas estas personas a tener que huir para salvar su vida y la de su familia.
“Antes íbamos al colegio. Ahora trabajamos para ganar dinero para comer”, dice Françoise desde un centro de desplazados en Kalemie en la provincia de Tanganyka, en la República Democrática del Congo. Ella es una de las tantas niñas y niños que tienen que trabajar para ayudar a sus familias transportando pesadas cargas de arena durante varias horas al día. “Estoy triste. No hay nada bueno aquí, es todo malo. Todos nos quejamos porque la arena pesa y nos cansamos. Ojalá pudiéramos dejar de transportar arena y volver al colegio”, comenta esta niña de 14 años que es una de las tantas víctimas de la violencia en el país iniciada hace décadas.
Hay veces que la guerra es tan cruel que cuesta ponerla en palabras, como la guerra en Sudán del Sur. Y es ahí cuando la sensibilidad de los poetas y las poetisas se vuelve fundamental sobre todo si han vivido de cerca una guerra o si el conflicto armado es parte reciente de su memoria familiar. Tal es el caso de Bigoa Chuol, quien nació en Addis Abeba en 1991 después de que su familia tuviera que huir de Sudán del Sur a causa de la guerra.
“Creo que siempre he tenido la necesidad de escribir. Hay mucho silencio en torno a la guerra y el modo en que ha impactado en mi familia. Estoy empezando a investigar este aspecto”, explica Bigoa, para quien la poesía es un puente fundamental para el reconocimiento de su identidad y para recuperar parte de la memoria familiar.