En este blog hemos contado algunas historias tristes, que representan los relatos de los refugiados que tienen que dejarlo todo atrás a causa de la guerra, y que se...
En este blog hemos contado algunas historias tristes, que representan los relatos de los refugiados que tienen que dejarlo todo atrás a causa de la guerra, y que se encuentran con obstáculos a lo largo de su camino. Hoy queremos hacerlo con la historia que vivieron Akis y Sia.
Akis y Sia se encontraban cenando una noche tranquilamente en un restaurante cerca de su pueblo, en Grecia, cuando dos refugiados sirios entraron en el establecimiento pidiendo ayuda. Al parecer, un tren había atropellado a una de sus hijas, después de que hubieran entrado en Grecia esa misma tarde cruzando el río Evros, en la frontera con Turquía.
Los contrabandistas que habían organizado su viaje les habían hecho caminar durante horas por las vías del tren y no lo oyeron cuando se acercó con las luces apagadas.
Foto: ACNUR / Achilleas Zavallis
Después de sobrevivir más de cuatro años a la guerra en Siria, la muerte de su hija trajo a esta familia una tristeza que no se puede imaginar. Tienen otros tres hijos, de 11, 8 y 2 años de edad. Después del accidente, no tenían ni idea de dónde encontrar ayuda.
Fue entonces cuando vieron el restaurante donde cenaban Akis y Sia y trataron de explicarles con signos que su hija acababa de morir.
“Al principio no entendíamos qué querían decirnos", cuenta Sia. "No había nadie que hablase árabe en el restaurante. Llamamos a una ambulancia y tratamos de consolarlos”.
Al día siguiente, Akis decidió ponerse en contacto con el imán de una mezquita cercana y le solicitó un entierro islámico. No era la primera vez que este imán entierra a un refugiado, ya que es una escena habitual en los últimos años.
Las dos familias asistieron al entierro en el pueblo, y algunos colaboradores de ACNUR ayudaron con los preparativos para que no les faltase de nada. Akis y Sia pagaron el funeral. “No somos ricos, pero cuando ves a alguien con una necesidad tan grande no te lo piensas”.
La vida cambió para esta familia en Grecia. Antes de la guerra de Siria, vivían de forma bastante cómoda al norte de Alepo. El padre tenía tres tiendas de equipos informáticos y la madre trabajaba como maestra hasta que nacieron sus hijos. En la primavera de 2011 todo cambió.
Las tiendas de informática fueron saqueadas y tuvieron que mudarse de casa. La escuela de sus hijos fue bombardeada en tres ocasiones y muchos de sus compañeros de clase fueron asesinados. Cuando se cortaron las líneas de suministro a las zonas residenciales de Alepo, supieron que tenían que huir. No tenían comida ni luz o agua, así que tuvieron que dejar el país.
Cuando llegaron a Estambul, un contrabandista les ofreció una ruta segura por 2.500 euros cada uno con el final que todos conocemos. No podían imaginar que la muerte esperaba a su hija al otro lado de la frontera. Ahora viven su duelo muy lejos de casa y visitan a menudo la tumba de su hija en este pequeño pueblo griego que fue testigo de su tragedia.
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