La Organización Mundial de la Salud estima que alrededor del 15% de la población mundial tiene algún tipo de discapacidad. Por ello, cada 3 de diciembre se celebra el...
La Organización Mundial de la Salud estima que alrededor del 15% de la población mundial tiene algún tipo de discapacidad. Por ello, cada 3 de diciembre se celebra el Día Internacional de las Personas con Discapacidad con el objetivo de concienciar al mundo sobre las dificultades a las que se enfrentan dentro de la sociedad, en ámbitos como la vida política, económica, social y cultural.
Cuando estas personas con necesidades especiales se enfrentan también al desplazamiento forzoso, convirtiéndose en refugiados o desplazados, las dificultades aumentan.
En el campo de refugiados de Kakuma, en Kenia, vive Hota Biclere. Desde que tenía 8 años años padece una enfermedad debilitante de la columna vertebral que provoca que su espalda se curve y tenga dificultades para moverse. La enfermedad provocó que la educación de Hota se viera muy afectada, hasta el punto de dejar la escuela definitivamente en sexto curso.
Pero, a pesar de las dificultades y tras huir de la República Democrática del Congo en 2012, Hota consiguió salir adelante gracias a su determinación y capacidad de trabajo. Ahorró durante siete meses para poder comprar una máquina de coser y poner en marcha su sastrería. “Solo gastaba una pequeña parte de lo que ganaba y ahorraba el resto del dinero”, cuenta Hota.
Hoy, Hota tiene siete máquinas de coser y da trabajo a siete personas a las que ella misma da formación. Su negocio va bien, pero su enfermedad hace que coser sea más difícil para ella. “A veces me resulta muy difícil, pero mis hijos dependen de mí así que tengo que seguir adelante por ellos”, dice.
Hota Biclere trabajando con su máquina de coser.
El primer coro navideño para sordos del Líbano está compuesto por 26 niños y niñas libaneses y refugiados sirios de entre 4 y 16 años. Para ellos, participar en un coro es todo un desafío para el que se estuvieron preparando seis meses: tras el esfuerzo, consiguieron cantar todos juntos, con armonía y ritmo, las canciones populares Joy to the World, Jingle Bells y Silent Night.
“Estoy muy orgullosa de ellos. Están cantando una melodía que ni siquiera pueden escuchar adecuadamente”, explica Pascale Kharallah, la directora del coro y del Instituto para Sordos Padre Andeweg, en Beirut.
Estos niños escuchan la música de forma diferente debido a los implantes cocleares. Según los científicos, la experiencia es comparable a la de escuchar música en un túnel o sumergido en el agua. Los niños tuvieron que seguir la melodía con ayuda de sus dispositivos, aprenderse las letras de memoria y dividir cada palabra en sílabas para poder pronunciarlas correctamente. Pero el esfuerzo mereció la pena. “Estoy feliz de poder cantar con otros niños”, explicó Ali, uno de los siete niños refugiados sirios que componen el coro.
Niños refugiados sordos cantan villancicos navideños.
Alaa es un refugiado sirio de 18 años no vidente de nacimiento decidido a estudiar, a pesar de las limitaciones de las escuelas locales en Líbano en cuanto a accesibilidad. Aprender en braille no era posible en la zona donde se encuentra su asentamiento informal y sus padres no podían pagar una escuela privada especializada para él y para su hermano menor, también no vidente.
Por suerte, los dos hermanos obtuvieron plaza en una escuela pública libanesa que ofrece clases por la tarde para refugiados sirios. Aunque la escuela no puede ofrecerles una educación inclusiva, Alaa y su hermano han encontrado la manera de adaptarse gracias a su teléfono móvil. Con él escriben las respuestas de los exámenes y graban las clases para poder repasar en casa después. “Tratamos de integrarlos lo mejor posible”, explica Doha Hajar, profesor libanés en la escuela a la que asisten los dos hermanos. Alaa está decidido a superar todos los obstáculos. “Tengo esperanza”, dice. “No hay vida sin esperanza y no hay éxito sin trabajo.”
Gracias a su esfuero, Alaa ha conseguido estudiar a pesar de sus dificultades.
Los refugiados que sufren algún tipo de discapacidad tienen unas necesidades muy específicas que pueden dificultar su situación. Según explica ACNUR, las personas con discapacidad que además han tenido que huir necesitan más protección y es más probable que sufran abusos sexuales, violencia, discriminación o incluso pueden llegar a ser excluidos de acceso a servicios médicos, ayuda humanitaria, educación y otros servicios.
ACNUR trabaja con comunidades de refugiados para ayudar a las personas con discapacidad e identificar los problemas a los que se enfrentan y así poder desarrollar soluciones a medida que faciliten la situación de estas personas: