Hanan Dacka tiene doce años y todos los días aprovecha al máximo las clases de la escuela pública de Duque de Caxias en São Paulo,...
Hanan Dacka tiene doce años y todos los días aprovecha al máximo las clases de la escuela pública de Duque de Caxias en São Paulo, Brasil. Desde que empezó en este colegio ya ha hecho varios amigos y dice satisfecha que le encanta este país. Incluso es capaz ya de trabajar en equipo, y en poco tiempo ha avanzado en el aprendizaje del idioma para poder adaptarse cuanto antes a su nuevo hogar.
Foto: Gabo Morales
Hanan es una refugiada siria que después de cuatro años de guerra y de miedo huyó a Brasil gracias al programa de visado humanitario de este país, que ofrece a personas como ella y su familia la oportunidad de poder empezar de nuevo y llevar una vida digna.
El padre de Hanan, Khaled, de 40 años, fue el primero en llegar a Brasil, después de que durante mucho tiempo él y su familia temiesen por sus vidas. Cuando estalló la guerra trabajaba en una oficina de cambio de divisas en Idlib, desde donde fue testigo directo del recrudecimiento del conflicto y de cómo muchos conocidos morían por esta causa.
Después de ayudar a amigos y vecinos a escapar de la violencia consiguiéndoles viajes y oportunidades de escapar, Khaled fue detenido y acusado de tráfico de seres humanos por las autoridades sirias. Pasó 11 meses en prisión. Finalmente, fue liberado sin cargos por un juez, pero decidió que tenía que huir del país.
Foto: Gabo Morales
Tras un largo viaje que emprendió con su familia llegaron a Jordania, donde su mujer y sus hijos se quedaron en un campo de refugiados mientras él buscaba una nueva oportunidad. El año pasado, Khaled pudo realizar los trámites necesarios para llevar a su familia a Brasil. Era la primera vez que veía a su hija pequeña, de 16 meses, desde que esta nació.
Ahora viven todos juntos en un apartamento junto con otra familia, y se apoyan mutuamente recordando sus vidas en Siria. En estos momentos, Khaled trabaja en una fábrica de equipos de protección y acaba de recibir un ascenso que premia su buen hacer. “Estoy feliz de poder trabajar de nuevo”, dice.
Toda la familia está ahora adaptada a su nueva vida. Los niños incluso hablan portugués y se relacionan con otros pequeños del lugar. “En la escuela no se aísla a ninguna persona”, cuenta su maestra.
El programa de reasentamiento ha dado una oportunidad a esta familia y a muchas otras. El representante de ACNUR en Brasil, Agni Castro-Pita, reconoce la importancia de este tipo de iniciativas. Recientemente ha participado en reuniones con delegados de Canadá, un país que ha acogido a más de 26.000 refugiados sirios para aprender más sobre el patrocinio del sector privado y cómo se puede atraer más fondos para ayudar a los refugiados, y subraya la importancia de todas las personas que se involucran en este proyecto.