Pese a que el impacto de la pandemia de COVID-19 es más que evidente, es importante destacar también la persistencia de otras enfermedades que continúan causando miles...
Pese a que el impacto de la pandemia de COVID-19 es más que evidente, es importante destacar también la persistencia de otras enfermedades que continúan causando miles de muertes en todo el mundo. Una de ellas es la tuberculosis, que se encuentra entre las diez causas principales de muerte en el planeta y la principal en aquellas personas infectadas con VIH.
Y su mención tampoco está tan desconectada a la situación pandémica que vivimos, ya que tanto el COVID-19 como la tuberculosis pueden presentar síntomas similares al tratarse de dos enfermedades que afectan a los pulmones. Y si una persona con tuberculosis se infecta de COVID-19, puede llegar a desarrollar un cuadro de mucha gravedad, sobre todo porque ambas enfermedades resultan peligrosas en poblaciones con gran densidad y donde es difícil mantener la distancia adecuada. Esto se agrava, además, si se trata de asentamientos de población con poco o nulo acceso al agua o servicios de saneamiento, así como también con escasa atención médica.
Se calcula que desde el año 2000, más de 49 millones de personas han conseguido salvar su vida gracias al diagnóstico temprano y a un tratamiento efectivo de la tuberculosis. A partir del suministro de cuatro medicamentos, siempre tomados adecuadamente, junto con la adecuada asistencia médica se puede hacer frente a esta enfermedad.
En varios textos milenarios de diferentes religiones hay menciones a personas con tuberculosis. De manera tal que se trata de una enfermedad que lleva muchos milenios afectando a los seres humanos. Pero recién el 24 de marzo de 1882 el doctor Robert Koch descubrió la bacteria que causa la tuberculosis (el bacilo de Koch), un paso histórico para que pudiera empezar a controlarse esta enfermedad de carácter infeccioso que, principalmente afecta a los pulmones y que es causada por la bacteria Mycobacterium tuberculosis. Se transmite de una persona a otra a través del aire, por eso que la primera medida al detectar la enfermedad en una persona suele ser aislarla para que la bacteria no se transmita a otros.
Presenta como síntomas habituales el dolor de tórax, fiebre, sudor profuso, pérdida de peso, tos, debilidad general y esputos que, en muchos casos, pueden ser con sangre. Y se diagnostica a través de la prueba de baciloscopia de esputo, a través de la cual se examina con un microscopio una muestra de los esputos del paciente.
La tuberculosis es una de las principales causas de muerte en aquellas personas infectadas de VIH y una de las diez principales causas de muerte en todo el mundo. El 64% de la mortalidad por esta enfermedad se concentra en siete países: China, Filipinas, India, Nigeria, Sudáfrica Indonesia y Pakistán.
Y a pesar de que desde la Organización Mundial de la Salud aseguran que la incidencia de la enfermedad se reduce un 2% al año, aún no se llega a los resultados esperados para cumplir con uno de los objetivos de la OMS para este 2020 de poner freno a la tuberculosis y de cara a que en 2030 deje de ser una epidemia.
Para que el tratamiento de la tuberculosis resulte efectivo y el paciente pueda curarse, es fundamental que todos los medicamentos recetados se tomen en su cantidad y plazo indicados. Porque en caso de que dejaran de tomar los medicamentos antes de lo indicado por el médico, la enfermedad puede volver a aparecer. Y si no se respetan los ratios diarios de ingesta de medicamentos, las bacterias de la tuberculosis que aún estén vivas pueden generar resistencia e inmunidad. Se suele tomar la combinación de cuatro medicamentos para tratar la tuberculosis entre los 6 y 9 meses posteriores a detectar la enfermedad en el paciente.
De acuerdo con un informe de la OMS sobre la salud de la población desplazada en Europa, las personas refugiadas y migrantes son las que tienen un riesgo mayor de enfermarse o tener una salud más deteriorada que aquellos habitantes de las poblaciones de acogida.
El riesgo que se genera al desplazarse de un sitio a otro es bastante grande, según describe este informe, lo que sitúa a los refugiados como un colectivo vulnerable ante la tuberculosis. La situación de pobreza, el hacinamiento, la imposibilidad de acceder a refugio con saneamiento aumentan también este riesgo de contraer la enfermedad.
De todas maneras, el informe establece que la proporción de población refugiada y migrante con tuberculosis varía mucho dependiendo del país de acogida. Y esto se debe a la prevalencia (o no) de esta enfermedad en el país de acogida y a si los refugiados o migrantes son VIH-positivos, ya que una gran proporción de estos casos son los que se han infectado de tuberculosis al llegar a su nuevo destino.
Pero la tuberculosis continúa siendo una enfermedad pandémica y una de las principales causas de muerte en todo el mundo. Y los refugiados son muy vulnerables a contagiarse y a transmitirla, por lo que la actuación de los gobiernos de los países de acogida es fundamental al momento de garantizar buenas condiciones de vida a los recién llegados.