Cuando la epidemia de cólera llegó a la zona del lago Kagunga en Tanzania, sumándose a los problemas generados por el desplazamiento forzado de personas desde Burundi, ACNUR...
Cuando la epidemia de cólera llegó a la zona del lago Kagunga en Tanzania, sumándose a los problemas generados por el desplazamiento forzado de personas desde Burundi, ACNUR se puso en marcha para vacunar a más de 100.000 refugiados y, de esta manera, detener el brote de la enfermedad. Se instalaron 25 centros temporales de vacunación en el campo de refugiados de Nyarugusu, al noroeste del país, para una operación llevada a cabo entre el 20 y el 23 de junio de 2015.
“Nos dijeron que, si nos aplicaban la vacuna, esto ayudaría a parar el cólera en el campo de refugiados y evitaría que la gente muriera”, dijo Siyajali Violete, una refugiada procedente de Burundi que, en aquel momento, tenía 20 años y hacía pocas semanas había llegado al campo de refugiados.
Esta acción puntual contra el cólera de ACNUR en Tanzania marca una de las prioridades de la agencia de la ONU para los refugiados: evitar la propagación de esta enfermedad a través de campañas de vacunación y de mejoras de las condiciones sanitarias de muchos países que aún continúan sumidos en la extrema pobreza. Y la pobreza siempre atrae al cólera.
Se tiene constancia de la existencia del cólera desde hace más de dos mil años, es decir, que se trata de una de las enfermedades más antiguas de la humanidad. Lamentablemente, en la actualidad continúa siendo un peligro latente en los países en vías de desarrollo, tanto que la Organización Mundial de la Salud sigue ubicando al cólera dentro de la lista de las 10 mayores amenazas para la salud pública mundial.
La permanencia durante siglos de esta enfermedad es el reflejo de que las condiciones de desigualdad social no se han solucionado en el mundo, aunque lo que sí se ha conseguido es desarrollar una vacuna efectiva para combatir esta enfermedad infecto-contagiosa. Se trata de Dukoral, autorizada en el año 1991 y que se administra de manera oral, usada como medida de prevención de contagio y también para combatir la diarrea epidémica generada por el cólera.
De acuerdo con la Asociación Española de Vacunología, esta vacuna genera un efecto de dos años en el cuerpo humano y, una vez pasado este periodo, se recomienda aplicar nuevas dosis a la población que está expuesta a la enfermedad. ¿Qué se entiende por esto último? Todas aquellas personas que vivan en sitios donde no existen las infraestructuras adecuadas para tratar el agua. Dukoral se administra a través de una solución tamponada y, en caso de aplicación en adultos, necesita de 150 ml de agua salubre.
Además de Dukoral, la OMS cuenta con otras dos vacunas precalificadas que también se administran por vía oral: ShancholTM y Euvichol. Se trata de un mismo tipo de vacuna producida por distintos fabricantes y que, en ambos casos, no requieren de una solución tamponada para su aplicación.
Se trata de una enfermedad causada por la infección aguda del intestino, que aparece cuando alguien ha consumido alimentos o agua con la bacteria Vibrio cholerae, cuya contaminación proviene por el contacto directo con restos de heces humanas. Los síntomas aparecen, generalmente, a los cinco días: diarreas y vómitos que pueden derivar en una grave deshidratación si no se recibe el tratamiento correspondiente.
Las epidemias por cólera son indicadores del grado de desarrollo en el que se encuentra un país y de la situación de pobreza del mismo, ya que su aparición está íntimamente ligada a la falta de acceso de la población al agua potable y a los saneamientos adecuados.
La OMS dice que se registran más 20.000 muertes anuales por cólera en todo el mundo. El mayor brote de cólera en la historia se dio en Yemen durante 2017, tras los estragos de la guerra y la destrucción de la mayoría de las infraestructuras de saneamiento. La OMS registró en ese momento que los casos habían superado los 100.000 en todo el país, de los cuales la mitad eran niños. ACNUR se puso en marcha para aportar en la aplicación un proyecto de mejora de las instalaciones de tratamiento del agua y evitar así la propagación de la enfermedad, además de una campaña masiva de vacunación con Dukoral.
Otro país donde ACNUR tuvo que actuar para detener el cólera fue Bangladesh, donde tras la llegada de medio millón de personas procedentes del país vecino Myanmar que escapaban de la violencia, las instalaciones sanitarias de los campos de refugiados se vieron colapsadas y hubo un riesgo de brote que se frenó a tiempo. ACNUR habilitó zonas de rehidratación oral y facilitó la construcción de pozos de tuberías a poca profundidad y 250 letrinas, todo pensado para garantizar la mayor higiene posible de la población, algo imprescindible para evitar la propagación del cólera. En Dadaab, Kenia, también hubo un brote de cólera en 2015 durante un periodo de lluvias prolongadas a raíz de la corriente El Niño. ACNUR trabajó en la zona junto con sus socios en la distribución de jabón, desinfección de hogares y letrinas y una campaña de promoción de la higiene en los cinco campos de refugiados en los que viven más de 347.000 personas.