La ganadora del Premio Nansen para los Refugiados en 2015 —un premio que reconoce su labor— ha sido Aqeela Asifi, que ha contribuido a la educación y la transmisión...
La ganadora del Premio Nansen para los Refugiados en 2015 —un premio que reconoce su labor— ha sido Aqeela Asifi, que ha contribuido a la educación y la transmisión de los valores sociales a las niñas refugiadas. Hoy queremos contarte su historia para que entiendas cómo ha conseguido cambiar las vidas de muchas pequeñas.
Hace 23 años, Asifi llegó a la aldea de refugiados Kot Chandana, situada en una provincia llamada Punjab. Desde entonces ha trabajado sin descanso para que las niñas de la comunidad afgana, muy empobrecida, puedan acceder a la educación primaria y secundaria. Esto no solo es complicado debido al escaso poder adquisitivo de la zona, sino también por su complicada cultura conservadora.
Durante más de dos décadas, su trabajo ha permitido sensibilizar acerca de valores sociales, culturales y religiosos a más de 1.000 niñas, que han tenido y tienen la oportunidad de asistir a la escuela y de conseguir la certificación de secundaria nacional. Ya son dos las generaciones de graduadas que han pasado por la escuela donde trabaja nuestra protagonista, e incluso algunas se han convertido en maestras, apoyando a Asifi en su labor.
La labor de Aqeela se entiende por el complicado contexto en el que se ha movido durante estos 23 años. Muchos niños, en especial las niñas, no pueden acceder a una educación de calidad, un recurso que ofrece muchos beneficios en el plano individual, pero también para la comunidad en la que se desarrollan, el país que los acoge e incluso su país de origen.
La mitad de los niños del mundo que no pueden asistir a la escuela vive en alguna zona de conflicto. Se calcula que hay unos 26 millones de pequeños que se encuentran fuera de las aulas, según el informe de seguimiento de Educación para Todos de la Unesco. Además, las estadísticas indican que cuando los menores abandonan la escuela por estos motivos es muy complicado que vuelvan a ella.
Lo paradójico es que la educación es muy importante para ayudar a reconstruir una sociedad afectada por una guerra. En Afganistán, por ejemplo, sus habitantes cargan a sus espaldas tres décadas de conflicto y ello ha producido uno de los desplazamientos más numerosos y largos del mundo. Se calcula que 2,6 millones de afganos se encuentran en el exilio y que residen en Pakistán o Irán. La mitad de los desplazados en Pakistán son niños menores de 14 años, y su educación en nuevos valores sociales es muy importante para su futuro. Además, el 80% de los refugiados de esta zona no acuden a la escuela, lo que ha dado lugar a un índice muy bajo de alfabetización y hace que sea el segundo país del mundo con menos niños escolarizados.
Este es el contexto en el que se ha desarrollado la labor de Asifi, que ha trabajado durante los últimos 23 años y que todavía sigue en activo. Su esfuerzo ha sido un paso decisivo para la comunidad donde imparte sus clases, ya que ha conseguido que dos generaciones de niñas puedan educarse y lograr un futuro, tanto las nacidas en Pakistán como las que han tenido que huir de sus casas a causa de la guerra.
Nos gustaría terminar este post con una frase muy significativa de una de las refugiadas en esta zona: “La educación es la luz; sin ella estamos en la oscuridad para siempre. Estamos ciegos”.
Shamsa y Thuha son dos niñas sirias refugiadas en Líbano que han encontrado una forma muy creativa de sobrellevar su día a día en el asentamiento para refugiados donde viven. Te dejamos aquí con el vídeo de niñas refugiaras sirias.