La desigualdad de género sumada a tener que huir de su país las sitúa en una posición especialmente vulnerable. Las niñas refugiadas tienen la mitad de probabilidades de cursar secundaria, lo cual impacta negativamente en su salud, sus ingresos y su posibilidad de prosperar.
Un sistema que se perpetúa: cuantas menos niñas consigan educación, menos maestras habrá para luchar contra una brecha de género que aumenta a medida que se hacen mayores.
Maestras comprometidas y luchadoras como Aqeela Asifi, ganadora del premio Nansen, transforma con sus clases las vidas de cientos de niñas refugiadas afganas.
Tras años de dedicación, ha podido ampliar su escuela en Kot Chandna, Pakistán. “Mis alumnas me piden siempre lo mismo: poder seguir estudiando más allá del octavo curso. Ahora podemos hacer ese sueño realidad”, dice ilusionada.
Otras como la poeta y activista Emitithat Mahmoud, aseguran que la educación cambió sus vidas y por esta vida buscarán cambiar las de miles de niñas refugiadas:
“A los refugiados se les dice constantemente que deben guardar silencio. Sí, cuesta ser oído con el rugido de los aviones de guerra o el ruido de una explosión más. Pero también cuesta ser oído con ese estribillo incesante según el cual los refugiados tienen menos derecho a existir (o ninguno) y las niñas refugiadas valen menos que nadie.
Tengo voz. Como antigua refugiada, poeta, graduada por la Universidad de Yale y ahora defensora de esta causa, se me ha concedido una plataforma para enfrentarme al silencio. La educación cambió toda mi vida y por eso es mi deber usar mi educación para ayudar a otros a llegar hasta el lugar en el que hoy me encuentro. Muchas personas que han pasado por lo que yo pasé y por cosas peores no tienen este privilegio.
Cuando se les dice a las niñas refugiadas que ellas no necesitan o no quieren una educación, quien lo dice son personas que no quieren que manifiesten su opinión, no quieren que enriquezcan sus vidas y crezcan como seres humanos fuertes y prósperos.
De nosotros depende usar nuestras voces, si tenemos una, y yo lo voy a hacer para pedir que todas las niñas refugiadas tengan acceso a las aulas y tengan una voz propia, vivan donde vivan. Es su derecho como seres humanos.”