Sidahmed Mohamed Fadel Boukhers es uno de los miles de refugiados que viven en los campos del Sáhara Occidental, compuestos fundamentalmente por cinco asentamientos en El Aaiún, Awserd,...
Sidahmed Mohamed Fadel Boukhers es uno de los miles de refugiados que viven en los campos del Sáhara Occidental, compuestos fundamentalmente por cinco asentamientos en El Aaiún, Awserd, Smara, Dajla y Tinduf.
Allí viven en condiciones climatológicas muy duras, con frecuentes tormentas de arena y escasez de alimentos y agua potable.
“A nadie le gusta nacer en un campo de refugiados”, cuenta Sidahmed, “es sinónimo de condiciones de vida malas y duras”. Él nació en un asentamiento situado en el suroeste de Argelia, a 30 km de Tinduf. A los siete años, como muchos otros niños saharauis, se fue a pasar las vacaciones de verano a Europa, concretamente a Italia. Allí pasó más de un verano porque se operó de los ojos. Se enteró de que tenía problemas de visión cuando acudió a la consulta de un médico en Roma, ya que en el campamento las condiciones sanitarias dejaban mucho que desear.
A los 11 años se fue a Argelia para continuar los estudios secundarios, el bachillerato y la universidad. Se esforzó durante 12 años para salir de allí con un diploma de ingeniero de Construcciones Hidrotécnicas, que desgraciadamente no sirve para nada en un campo de refugiados, donde las opciones de encontrar un trabajo de ese tipo son casi nulas. Pero para Sidahmed este esfuerzo no fue en vano. En sus años de estudiante adquirió habilidades como hablar diversas lenguas. Además de árabe, habla español, francés e inglés, y también tiene nociones de informática y otras destrezas muy útiles.
Nuestro protagonista no quiso rendirse en su búsqueda de un empleo, y seis meses después de su graduación empezó a trabajar en Media Luna Roja Argelina como jefe de proyecto de centros juveniles en todos los campamentos de refugiados saharauis. Tenía 23 años, una edad muy temprana para ocupar un puesto de tanta responsabilidad. En su día a día, Sidahmed tiene que estar preparado para solucionar cualquier problema que surja. Lo que más le gusta es que puede leer y aprender más sobre el trabajo y la vida, y se alegra de poder ayudar a los refugiados, que es su principal objetivo. Él es consciente de que es uno de ellos.
A pesar de su extensa formación, el protagonista de nuestra historia se siente uno más, ya que vive en un pueblo lleno de jóvenes muy cultos. Algunos cuentan incluso con niveles superiores de formación, a pesar de que él es ingeniero y habla cuatro idiomas.
La vida en estos asentamientos es muy dura, pero muchos de sus habitantes han luchado como Sidahmed por alcanzar un futuro prometedor. “Si la vida es dura, aquí pasarás tu verdadero examen, ganes o pierdas. La línea que separa el éxito y el fracaso es muy fina, y con la condición de refugiado puedes perder las cuentas de entrada, pero si las cosas te salen como quieres, el valor será doble”, nos cuenta. Al echar la vista atrás y recordar sus andanzas, Sidahmed tiene claro que en esta vida no hay límites ni cosas imposibles y que por más amarga que sea la vida, puedes hacer que sea dulce y llegar más allá del lugar donde naciste o donde vives. Sin duda, es un ejemplo de superación para miles de personas que residen fuera de sus hogares y que luchan por sobrevivir en condiciones muy adversas.
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