En muchas ocasiones hemos contado la historia de familias enteras de refugiados sirios o de niños que han tenido que dejarlo todo atrás, pero hoy nos gustaría...
En muchas ocasiones hemos contado la historia de familias enteras de refugiados sirios o de niños que han tenido que dejarlo todo atrás, pero hoy nos gustaría presentarte a ancianos que han tenido que dejar su país y que, con más de 100 años, se encuentran a kilómetros y kilómetros de sus casas. Decenas de miles de personas han tenido que realizar viajes muy peligrosos para poder llegar a un lugar seguro, pero los ancianos son los que más sufren, ya que sus cuerpos son frágiles y sus fuerzas flaquean.
Hoy vamos a hacer un repaso por la historia de algunos de los refugiados sirios más ancianos. Algunos incluso han vivido ya dos guerras mundiales y ahora solo se preocupan por el futuro de su país.
Él y su esposa llevan 72 años casados. Lo hicieron en pleno apogeo de la Segunda Guerra Mundial. Si nada los había separado hasta ahora, tampoco podía hacerlo el bombardeo que destruyó su casa. Huyeron juntos a Líbano y hoy viven con su familia en un refugio improvisado bajo un taller mecánico en el sur de este país.
Nuestra protagonista es ciega desde hace años. Su marido falleció y ella se ha convertido en refugiada tras tener que huir de su casa. “A lo mejor es bueno que Dios se haya llevado mi vista antes de ver la destrucción de mi país”, nos cuenta desde una casita alquilada donde vive con su hijo y su familia. “Incluso aunque la guerra haya terminado y podamos reconstruir nuestras casas, hay muchas cosas que nunca volverán a ser como antes”.
Saada ha perdido a 7 de sus 10 hijos, a su marido y su casa, pero vive rodeada de más familia en Líbano. Mantiene la esperanza recordando tiempos mejores en Siria. “Estábamos acostumbrados a despertarnos antes de que saliese el sol e ir a trabajar al campo. Para cuando terminaba el día solía estar tan cansada que me quedaba dormida en el lomo de mi burro de camino a casa”.
Cuando comenzó el bombardeo, ella se negaba a marcharse. Con el tiempo, uno de sus nietos la convenció para que huyese, pero solo después de prometerle que cuando muriese llevaría su cuerpo de vuelta a Siria y que la enterraría junto a su hermano.
Nuestra siguiente protagonista nos cuenta su historia desde el balcón de un cuarto piso de un edificio de Líbano, donde llegó el año pasado para buscar refugio. A pesar de que no suele quejarse por su situación, su hijo nos cuenta que a veces la encuentra en mitad de la noche llorando sola en el sofá.
Nuestra protagonista nos describe y recuerda una fotografía suya. En ella se encuentra con su hermano mellizo y su madre. Ambos fallecieron, y la foto desapareció, pero se ha grabado a fuego en su memoria. Hace dos años llegó a Líbano, donde vive con parte de su familia de más de 50 miembros, de los que recuerda todos los nombres.
Muchos de estos ancianos refugiados no podrán volver nunca a sus hogares; por eso lo único que les queda es el recuerdo de tiempos mejores. Hemos querido contar su historia para dar voz a uno de los colectivos más frágiles de este conflicto.