Todos tenemos unos derechos que deben ser respetados por otras personas y también por los órganos gubernamentales e internacionales, pero los niños, en particular, cuentan con una serie...
Todos tenemos unos derechos que deben ser respetados por otras personas y también por los órganos gubernamentales e internacionales, pero los niños, en particular, cuentan con una serie de derechos fundamentales que es crucial preservar para garantizar un crecimiento saludable y su formación como personas.
Uno de estos derechos fundamentales de los niños es el derecho a una vivienda digna, un techo donde puedan crecer seguros, pero muchos refugiados no tienen actualmente esta posibilidad. Hoy queremos contarte la historia de una familia que, después de largos meses de camino en busca de un hogar, ha conseguido un techo bajo el que sentirse segura.
Ahora viven en una pequeña ciudad austriaca a una hora de Viena. Cuando los visitamos, la alegría se ve en el ambiente. Los nueve hijos de Amin Al Dayoub, él y su esposa, Izdihar, bailan el dabke, una danza popular árabe que se utiliza en momentos de alegría. “En Siria, antes de la guerra, a menudo bailábamos el dabke. Éramos una familia de 40 personas y vivíamos en una casa de tres pisos. Era un lugar maravilloso. Todos los jueves por la tarde, después del trabajo, mis amigos, mi familia y yo tomábamos café al lado de la playa”. Amin recuerda así su vida en Siria, que dejó atrás a causa de la guerra. “Ese tipo de vida se ha perdido para siempre”.
Por si los horrores de la guerra no fuesen suficientes para su sufrimiento, Thuraya, uno de sus hijos, de tres años de edad, sufre un defecto cardiaco que amenaza su vida, por lo que necesita desesperadamente un hogar, uno de los derechos fundamentales de los niños. Tras huir de Siria, la familia logró alcanzar la frontera con Jordania y llegar a la capital, Amán. Allí, a causa de la enfermedad de Thuraya, fueron seleccionados por ACNUR para estar entre los 250 refugiados sirios incluidos en el primer programa de reasentamiento en Austria.
Por fin, aterrizaron en el aeropuerto de Viena en verano de 2014. Seis semanas después, Thuraya fue operado con éxito, y por primera vez en muchos años la familia pudo vivir con seguridad en un apartamento de tres habitaciones que Cáritas les proporcionó. Unos meses más tarde consiguieron todavía más avances: la organización Tierra Menschen, que se encarga de mejorar la convivencia de los inmigrantes, les encontró una casa unifamiliar amplia, con un jardín para que los pequeños puedan disfrutar de su infancia. Incluso les proporcionaron ropa y muebles para que puedan vivir de la mejor forma posible.
Ahora, aprender alemán es la prioridad de la familia Al Dayoub. Los seis hijos más pequeños van a la escuela en esta localidad, mientras que los tres mayores y el cabeza de familia hacen cursos del Servicio de Empleo Público de Austria. Aunque en Austria viven bien, la familia echa de menos a sus amigos y parientes en Siria. “La mayoría de mi familia se encuentra todavía en Siria. Solo puedo hablar con ellos una vez al mes”.
A pesar de ello, se sienten felices de poder empezar una nueva vida y sobre todo de disfrutar de algunos de los derechos fundamentales de los niños, que sus hijos vieron usurpados al tener que huir de la guerra.