En Belgrado, la capital de Serbia, el comienzo de 2017 dejaba a 1.200 refugiados a la intemperie con temperaturas de -20º bajo cero. Muchos de ellos, como Farudin, Azrat o Aziz no habían cumplido siquiera los 15 años y habían perdido a sus familiares en el camino.
Juntos, se refugiaron en esta estación de tren de Belgrado donde unas cuantas mantas y un bidón lleno de cartón y madera para quemar se convirtieron en su nuevo hogar para pasar el duro invierno tras el cierre de la ruta de los Balcanes. La mayoría venían de Afganistán, el país de la guerra interminable.
Este invierno, su situación ha mejorado y el 94% de los refugiados en Serbia duerme bajo techo. En 2017, ACNUR ha trasladado a 1.200 personas a refugios del gobierno y reparte calefactores, mantas y ropa para evitar la hipotermia. Aun así, más de 200 personas siguen desprotegidas y es necesaria más ayuda para evitar que mueran de frío ante la bajada de las temperaturas.