La suya es una historia de amor y fe, de guerra y exilio, de cigarrillos y nostalgia por su hogar en Daraa. Es la historia de un hombre que puede narrar décadas de una vida que, en su etapa final, se ha visto truncada por la guerra siria. En 2017, podría haberse convertido en el hombre más viejo del mundo.
Postrado en una cama, este patriarca sirio se aferra a sus cigarrillos y a su rosario tanto como a la vida. Una vida de más de 100 años que podría acabar en un campo de refugiados, algo que él quiere evitar a toda costa. Su último deseo es que, el día que muera, le entierren en su Siria natal, un país devastado por cinco años de guerra. Los dos años que lleva viviendo en el campo de refugiados de Za’atari han minado su salud y ahora Yousef apenas puede caminar y ha perdido capacidad auditiva. Su hija cuida de él, pero dice que se le parte el alma cuando le ve en esta situación.
Todas las personas que habitan el campo de Za’atari también han perdido todo a causa de la guerra. Como Yousef, son refugiados, pero él es el mayor de todos, y quizá también una de las personas más mayores del mundo.
Yousef nunca pensó que su vida acabaría así. Ha pasado la mayor parte de sus muchos años de vida tranquilo, trabajando en su granja y su tienda y cuidando de su familia. Sus más de 100 descendientes están ahora mismo dispersos en distintos puntos del mundo. La guerra siria les ha obligado a exiliarse a países como Alemania, Suecia o Canadá. Él, en cambio, vive en el mayor campo de refugiados de Jordania junto a su hija, su nieto adolescente y algunos familiares más.
Los ancianos y los niños son las personas más vulnerables en cualquier campo de refugiados. Gracias al apoyo de nuestros socios y donantes, ACNUR lleva años trabajando para dar respuesta a las necesidades de más de 4 millones de refugiados sirios en la región.
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