Aunque el estado del Alto Nilo ocupa un territorio similar al de Castilla La Mancha, allí solo existe un hospital funcional. En el condado de Maban, el Doctor Evans ha creado un enclave donde él y algunos de los enfermeros y trabajadores médicos a los que ha ido formando resisten a las oleadas de violencia y han abierto una sala de maternidad. Un rayo de vida en medio de una guerra.
El hospital de maternidad de Maban cuenta con 120 camas para todos sus pacientes, entre los que ahora también se encuentran los de la sección neonatal. Allí, nunca hay un día tranquilo.
En medio del bullicio, algunas mujeres llegan hasta allí por sus propios medios, aunque la mayoría lo hace en ambulancias o transportadas a hombros sobre las camillas hechas con cuerdas.
Gisma, de 28 años, refugiada sudanesa, es una de ellas. Después de un accidentado viaje de 40 minutos en camioneta desde su campamento, no tardó mucho en dar a luz a su bebé al que decidió llamar Atar, en honor al médico que lo trajo al mundo. Antes de llegar al hospital ya había oído hablar del Doctor Evan Atar, en el Nilo Azul, el estado de donde huyó después de que su aldea fuera atacada por grupos armados: “Aquí mucha gente habla de él, todo el mundo sabe que cuida muy bien a las personas”.
“Necesito entender cuáles son las dificultades de los pacientes”, cuenta el Doctor Atar, director médico del hospital, que ha abierto recientemente una sección neonatal y una sala de tuberculosis que comprende 20 camas.
Abierto las 24 horas, atiende a una población de más de 200.000 personas, de los que la gran mayoría son refugiados. Un equipo quirúrgico de cuatro médicos hace una media de 58 operaciones cada semana, gracias a la financiación de ACNUR a través de los socios locales.
Cuando las salas se llenan y aprieta el calor, los propios familiares ayudan a trasladar a los pacientes al exterior donde descansan sobre la tierra apisonada del patio, y les cocinan en fogatas bajo las palmeras, intentando espantar a las cabras perdidas, lechones y perros callejeros.
A pesar de no tener áreas de cuarentena ni de cuidados intensivos, el Dr. Atar ya ha ayudado a traer al mundo a más de 900 bebés en la zona. Muchos de ellos llevan el nombre de Atar en su honor. Las ocho camas de la sala de maternidad del hospital pueden llegar a acomodar a 20 personas. La mayoría, son dadas de alta en las primeras 24 horas tras el parto si todo ha ido bien.
En noches más agitadas, el Dr. Atar ha llegado a realizar hasta seis cesáreas. Pero las múltiples cesáreas suponen un gran riesgo, le cuenta el Doctor a Gisma mientras le habla de la planificación familiar: cada nueva cesárea aumenta el peligro de muerte para la madre y el niño.
“A los hombres les digo: si se sienten cómodos con la cantidad de hijos que ya tienen, su esposa debería someterse a una ligadura de trompas bilateral. Todos estos niños necesitan ir a la escuela. Si tienes tantos, ¿cómo podrás enviarlos a todos? La gallina quizás incube a 20 polluelos, pero al final del día solo sobreviven 5. Tú eres un ser humano y, por lo tanto, puedes planificar tu vida”, dice el Doctor Atar para convencer a los pacientes de las opciones que les da tener un hospital de maternidad.
A Gisma no hacía falta convencerla. “Quiero que mis hijos tengan una educación. Este niño irá a la escuela para ser médico.”