Más de 3 años de guerra en Yemen han dejado un país devastado e inmerso en la miseria. La mayoría de los afectados no son siquiera refugiados: a duras penas tienen recursos para cruzar la frontera. Son desplazados internos, que huyen a las zonas más seguras donde necesitarán un nuevo hogar.
Si la necesidad agudiza la imaginación, estas cabañas ecológicas son el mejor ejemplo. Los desplazados en Yemen ayudan a los trabajadores de ACNUR a construir estos refugios hechos con materiales naturales en el noroeste del país, hasta donde ha llegado casi la quinta parte de quienes han tenido que huir de la violencia. Mohammed y su familia, entre ellos.
Aunque Mohammed Ali tiene nombre de leyenda, su realidad es totalmente desconocida. Llegó junto a su familia a la zona de Hajjah, al norte de Yemen, donde su mujer y sus hijos quedaron expuestos a fuertes lluvias sin un techo bajo el que refugiarse.
“Cuando cayeron las primeras lluvias… no teníamos lonas de plástico ni otra cosa. Juro por Dios que abrazaba a mis hijos y a mi esposa y lloraba”, recuerda. La necesidad de un lugar donde protegerse y la falta de medios han llevado a ACNUR a construir 4.700 de estas llamadas cabañas ecológicas en la costa de la región.
Los trabajadores de ACNUR diseñan y construyen estos nuevos hogares hechos de elementos naturales como barro, estiércol y paja con la ayuda de los desplazados que han llegado hasta allí. Las cabañas ecológicas se construyen con métodos tradicionales y actúan como aislantes contra el calor extremo y el polvo removido por el viento.
“Puedes controlar la ventilación, lo que significa que en verano puedes abrir las ventanas y cerrarlas en invierno cuando el clima es más frío”, dice ilusionado Mohammed, al ver que su familia está protegida de la climatología.
Además de ser fáciles de construir y con recursos naturales disponibles, estas cabañas ecológicas cuentan con otra gran ventaja para los desplazados. Se trata de una vivienda transitoria, que podrá ser transportada a su comunidad original cuando la zona vuelva a ser segura. Algo esencial para quienes han visto sus ciudades y aldeas natales totalmente destruidas por las bombas.
“Los materiales pueden ser reutilizados. Lo que se convierte en una especie de recuperación. No comenzarán desde cero y podrán regresar con algo en las manos para la reconstrucción de sus hogares”, cuenta Omead Aiyoub, trabajador de ACNUR en Yemen.
Esta no es la primera vez que los propios refugiados y la Agencia de la ONU ponen la imaginación en manos de refugios sostenibles.
En una de las climatologías más adversas de la tierra, el desierto del Sáhara, este joven ingeniero ha pasado toda su vida investigando cómo hacer casas más eficientes, que aíslen del calor, con los recursos de los que disponen. Y lo ha conseguido.
A través de botellas de plástico rellenas de arena, dispuestas en forma circular, muchos refugios como este son capaces de mantener a las familias saharauis a temperaturas más soportables, protegiéndolas de la arena del desierto y creando corrientes de ventilación. Se trata de uno de los inventos más curiosos hechos por y para los refugiados.