A medio camino entre Libia, Túnez, Malta y Sicilia, Lampedusa es una de las islas más grandes del mar Mediterráneo. Un paraíso turístico asediado en los últimos años por la tragedia en forma de cadáveres naufragados en el Mare Nostrum.
Sus playas de fina arena blanca y el color turquesa de sus aguas han sido, durante muchos años, un gran atractivo turístico para esta isla italiana, la mayor del archipiélago de las Pelagias.
Situada geográficamente en el continente italiano, Lampedusa es uno de los destinos más llamativos para los amantes del buceo, el sol y la naturaleza en estado puro.
En 1998, la isla italiana se convirtió en uno de los principales puntos de entrada a Europa para refugiados y migrantes procedentes de África.
En medio de este paraíso turístico, los naufragios cercanos a sus costas aumentaron debido a la emergencia del Mediterráneo, que empujaba a más y más personas a huir a la desesperada. Se muestra así el gran contraste de la vida a un lado y al otro del Mediterráneo. Desde Europa, miles de turistas aterrizan con ganas de disfrutar y relajarse. Desde Libia, cientos de refugiados y migrantes llegan en barcos atestados huyendo de la falta de oportunidades, de la guerra o de la persecución. Algunos de ellos, sin vida.
Después de que ACNUR alertase en 2013 de que el primer centro de acogida en Lampedusa estaba desbordado por el gran número de personas para asistir a las personas que llegaban hasta allí, 3 grandes tragedias precedían a la imagen del Mediterráneo que más tarde daría la vuelta al mundo.
En lo que va de año, más de 57.800 personas han llegado a Europa a través de las distintas rutas del Mediterráneo, un dato más bajo que en 2017, sobre todo en la ruta hasta Italia que sigue cayendo en comparación a la ruta hasta Grecia o España.
En cambio, la mortalidad continúa aumentando. La ruta desde Libia hasta las costas italianas o islas como Lampedusa es cada vez más peligrosa, llegando en el mes de junio a 1 persona muerta por cada 7 que se embarcaron en este peligroso camino antes de llegar a tierra.
Una vez en tierra, ACNUR entrega material de emergencia como mantas, botellas de agua o barritas energéticas, además de apoyar ofreciendo asesoría legal a las personas susceptibles de protección internacional para que puedan solicitar el asilo o reunificarse con familiares.