Las minas antipersona suponen un peligro diario para los refugiados que huyen de sus hogares. Cuando la violencia y el terror te persigue, el tiempo escasea para observar el próximo paso a dar. En el camino de huida, campos enteros de minas en países como Siria, Iraq, Nigeria, República Democrática del Congo o Afganistán esperan silenciosos a quienes corren para salvar sus vidas en un camino siempre difícil de superar.
En Afganistán existen más de 185.000 kilómetros cuadrados de campos de minas antipersona. Una superficie superior al territorio de un país como Uruguay o como Camboya. Allí, las minas antipersona han quitado la vida a miles de personas. Otras, han perdido sus brazos o piernas.
Los desminadores afganos trabajan orgullosos para evitar que personas inocentes pierdan sus vidas con estos artefactos. A menudo, los niños que corren y juegan en el campo son las principales víctimas de las minas antipersona en terrenos donde cualquier movimiento puede acabar con sus vidas.
Otros trabajadores se esfuerzan en explicarles los tipos de minas que existen para que desde pequeños aprendan a reconocerlas:
Un buscaminas de bambú, el invento de dos refugiados
Tras haber pasado su infancia en Kabul viendo cómo las minas antipersona arrebataban vidas a su alrededor, Massoud y Mahmud, dos hermanos refugiados afganos, decidieron buscar solución.
Este buscaminas hecho de plástico y bambú preparado para moverse con el viento se ha convertido en uno de los inventos sostenibles que pueden mejorar la vida a miles de refugiados.
Agnes es uno de los miles de refugiados que viven cerca de Kigali, capital de Ruanda, refugiada de la República Democrática del Congo. Bajo su vestido largo esconde la prótesis de pierna que consiguió hace unas semanas. Su historia es la de muchos refugiados: perdió su pierna en un campo de minas cuando intentaba huir de su casa en el este del Congo, una región que lleva más de dos décadas en conflicto.
Tras la explosión, huir junto a los habitantes de su pueblo se volvió imposible y se vio obligada a hacer el viaje hasta Ruanda por su cuenta. Kilómetros y kilómetros de camino herida y con una sola pierna.
“No tenía a nadie que me ayudase, tenía que arrastrarme a través de la carretera usando los palos que encontraba en el camino como muletas. No podía andar largas distancias, por lo que hacía noche con gente que me ofrecía comida y refugio por el camino.”
Ahora, está feliz de haber conseguido una prótesis de pierna en el campo de Nyabiheke. Volver a poder moverse con libertad es una sensación difícilmente comparable.
“Ahora puedo hacer cosas que no podía hacer antes, como llevar cosas en las manos”.
En la región siria cercana a la ciudad de Raqa, donde las minas y los artefactos sin explotar son comunes, se repiten las historias trágicas en medio del feroz combate en el país.
Niños como Laila y Abdul, de uno y tres años de edad, fueron heridos por una mina antipersona mientras su familia intentaba escapar de la ciudad. Su madre murió en el intento y su padre, Mustafa, quedó gravemente herido. “Empecé a gritar para que nos rescataran”, recuerda.
Ahora, a salvo de este tipo de peligros, son atendidos por una enfermera en Qamishli, unos kilómetros más al norte de Siria en la frontera con Turquía.