Cuando cae la noche, hacia las 6 de la tarde en invierno en países como Jordania, la vida se acaba para la mayoría de los refugiados. Sin luz eléctrica, quienes viven en los campamentos de ACNUR, lejos de sus hogares, no pueden llevar a cabo actividades cotidianas para las que ni siquiera habías pensado que se necesita luz eléctrica.
En contextos como el campamento de Azraq, en pleno desierto de Jordania, conservar los alimentos frescos sin un frigorífico conectado a la luz eléctrica resulta casi imposible.
A la cantidad de horas que pasarías recolectando leña para cocinar, se suma el hecho de que dedicarse a esta tarea hace que muchas mujeres no puedan trabajar o conseguir sustento, y que los niños se priven de ir al colegio.
El uso de la leña como combustible, el más común en África subsahariana, también provoca infecciones respiratorias por el humo y destruye el medioambiente. Solo a veces hay fondos suficientes para reforestar el entorno y revertir el daño.
En el campamento de Azraq, IKEA y ACNUR han abierto la primera planta solar en un campo de refugiados que ha cambiado la vida de muchas familias. Una extensión de esta planta solar puede ahorrar 2 millones de dólares al año y reducir las emisiones de CO2 en 4.500 toneladas. En 2019, la energía renovable abastecerá el 70% de las demandas del campamento.
En el desierto de Jordania, la planta solar de Azraq, que proporciona energía solar asequible y sostenible a más de 10.000 viviendas, permite el uso de ventiladores y estufas eléctricas que cambian completamente el día a día de los refugiados sirios.
Aunque ACNUR suministra estufas de cocina, combustible y linternas solares a los recién llegados, además de calentadores en los campamentos de las zonas más frías, la falta de fondos hace que no siempre sea posible entregar estos materiales en una emergencia.
A día de hoy, el teléfono móvil se ha convertido en algo necesario para estar en contacto con familiares o amigos. Además, cuando se trata de personas que han huido de la guerra dejando a sus familias atrás, la luz eléctrica es casi su única forma de saber si sus seres queridos están bien o siguen vivos.
En algunos campamentos, solo cuando los cooperantes llegan hasta las áreas remotas donde están ubicados, las familias pueden conseguir comunicarse.
Acceso a Internet: ¿lujo o necesidad?
Tener luz eléctrica por la noche significa que los refugiados pueden estudiar durante las horas oscuras y aprovechar el tiempo más allá de la caída del sol.
Fuera de los hogares, la luz eléctrica también es necesaria para escuelas, centros de capacitación, centros médicos, sistemas informáticos o refrigerar medicamentos que salvan vidas.
Además, la luz potencia las actividades de subsistencia en la noche: las tiendas pueden permanecer abiertas más tiempo y los espacios públicos pueden ser más seguros por la noche.
En la mayoría de los campamentos de refugiados, la falta de luz eléctrica hace que no haya ni tan siquiera farolas para iluminar el camino del refugio al baño.
Ejemplos como el del campamento de Azraq ofrecen entornos más seguros a mujeres y niños para que puedan ir por la noche caminando hasta los baños comunales, y evitan que estos colectivos estén expuestos a riesgos de asaltos o abusos.
Las pocas alternativas llevan pueden hacer que los refugiados tengan que tomar medidas drásticas de supervivencia. Se han detectado casos en los que han tenido que vender sus raciones de alimentos o practicado la prostitución a cambio de combustible para cocinar.
“Estamos increíblemente orgullosos de apoyar a ACNUR llevando energía renovable al campo de Azraq. La planta solar está ayudando a las familias a llevar una vida más segura y digna, con más oportunidades de estudiar, trabajar, jugar y estar en contacto con el mundo exterior”
Per Heggenes, CEO de la Fundación IKEA.