Para quienes se han visto obligados a huir, la vida se convierte en una lucha constante por la supervivencia. Cada invierno, las temperaturas en Siria, Jordania o Líbano llegan a -15º.
Sin el techo de un hogar, los refugios que les han cobijado el resto del año, hechos con lonas de plástico o aluminio en los mejores casos, se convierten en una protección insuficiente para las bajas temperaturas. El riesgo de inundaciones, filtraciones y colapso ante la lluvia y fuertes nevadas, se multiplica. Si no logran calentarse y protegerse de la humedad, muchos corren el riesgo de morir de frío.
Khaled y Najat huyeron de Siria en 2012 para salvar la vida de sus hijos. La más pequeña sólo tiene 3 años. Desde entonces, viven en un refugio de lonas de plástico a la espera de tiempos mejores para volver a su país. No tuvieron tiempo para hacer sus maletas ni coger nada con lo que calentarse.
El año pasado, recibieron una ayuda económica de ACNUR para pagar el gasoil con el que calentar su hogar y una chapa protectora que, desgraciadamente, sólo dura un invierno.
Este año, esperan el material de invierno mientras las temperaturas ya han comenzado a bajar. “Hace un frío helado aquí en Bekaa”, asegura Najat.
Samira y Khalid acababan de casarse cuando estalló la guerra en Siria. Como muchos recién casados, se mudaron a su nuevo hogar, pero pronto fue destruido por un misil. Sin techo bajo el que refugiarse y ante la amenaza constante sobre sus vidas, supieron que no tenían otra opción que huir. “Cuando tu casa se derrumba, no puedes pensar en recoger ningún objeto antes de irte, simplemente huyes”, dice Khalid.
Cuando llegaron a Líbano, no esperaban que el invierno fuera tan duro. “Es muy muy frío aquí, especialmente con la nieve y el viento”, cuenta Samira. El último invierno, ella fue hospitalizada cuando empeoró su asma y él ya ha pasado por dos operaciones de corazón desde que llegó a Líbano. Saben que el amor que se tienen es lo que les hace poder continuar.
En 2016, ACNUR les ayudó a hacer de su casa un lugar donde vivir.
Halima es madre de nueve niños procedentes de Alepo. La pequeña sólo tiene 4 años, los mismos que llevan refugiados en Líbano desde que su marido murió. Desde entonces, lleva criando sola a sus hijos.
Tenía una casa con un pequeño jardín donde plantaba vegetales, sus hijos iban al colegio andando y nunca necesitó nada de nadie. Pero cuando su pueblo fue atacado, Halima se quedó sin techo y supo que tenía que huir para salvar a sus hijos, pero se llevó poco más que una muda para ellos.
En verano, puede trabajar o ir a la compra mientras ellos juegan fuera, pero en invierno las bajas temperaturas y los fuertes vientos la obligan a mantener a sus hijos en casa.
“Es muy difícil porque tengo que gastar más para mantenerlos calientes”, explica.
Diciembre de 2016 es un mes que Naima y Saad nunca olvidarán. Desde su tienda en el noreste de Tiqrit, en Irak donde viven con sus hijos, recuerdan la peligrosa travesía por la montaña junto a sus hijos pequeños, huyendo de grupos armados.
Su huida no se libró sin precio. Dos de sus familiares murieron cuando una mina antipersona explotó y Saad perdió oído.
Aterrados por su experiencia, el resto de su familia decidió no seguir su camino, pero estar a salvo es ahora lo más importante para Naima y Saad.
Este invierno, esperan crear recuerdos más positivos mientras esperan material de ACNUR para poder protegerse del frío y aislar la tienda donde duermen con sus hijos.
Pronto, las temperaturas comenzarán a bajar y miles de refugiados necesitarán estar preparados para afrontar el invierno. Necesitan mantas térmicas, impermeabilizantes y ropa de abrigo. Además, ACNUR trabaja para conseguir viviendas para el invierno donde alojar a los más vulnerables en los meses más difíciles.
En 2016, ACNUR llevó mantas, combustible para estufas y materiales aislantes a miles de familias. Pero el invierno vuelve y las familias que lo han perdido todo y nos necesitan ahora más que nunca. Ayúdanos a llevar material de invierno para proteger del frío a miles de refugiados.