Antes del 15 de marzo de 2011, millones de personas tenían una vida normal en Siria. Cada día, hombres y mujeres iban y volvían del trabajo. Muchos eran médicos, abogados, profesores o fontaneros. Los niños iban al colegio y las familias se juntaban por las noches para cenar.
La mayoría vivía en Alepo, la ciudad más grande del país, en Damasco, la capital, o en la ciudad de Homs donde todo empezó. Quizás la antigua Palmira fuese entonces una de las pocas ruinas del país antes de la guerra en Siria. Las ciudades estaban llenas de vida y color.
Pero de pronto, todo cambió. Las vidas de millones de personas en Siria antes y después de la guerra apenas se parecen. 6 años después del 15 de marzo de 2011 sus casas se han convertido en escombros, muchos de sus seres más queridos ya no están y sus rutinas se marcan ahora en campos de refugiados, lejos de todo lo que conocían, pues sus ciudades están destruidas por completo.
Allí, la mayoría no pierde la esperanza de un futuro mejor.
Antes de la guerra en Siria, el pequeño Omar tenía el desarrollo de un niño de su edad y una infancia feliz. Pero tras cumplir los 5 años, Omar dejó de crecer. La falta de recursos, en medio de un país en guerra, le han impedido recibir el tratamiento necesario.
Cuando se le pregunta por su infancia, el pequeño recuerda con pelos y señales cuando mataron a su tío. Una bala en la pierna, otra en la espalda y otra en el hombro quedaron grabadas en la memoria de Omar.
Desde entonces, la carencia de la hormona de crecimiento conocida como “glándula maestra” le impide seguir creciendo, aunque parece que pronto esto cambiará.
Cuando Yusra Mardini vivía en Siria antes de la guerra, su padre le entrenaba junto a su hermana para ser nadadoras de competición.
Nunca imaginaron que todo lo que habían aprendido les salvaría la vida, a ellas y a 18 personas con las que naufragaron en el Mediterráneo a bordo de un barco de traficantes de personas.
Un suceso que les ha cambiado su visión del mundo para siempre.
Desde entonces, Yusra no ha dejado de nadar y representó a quienes han tenido que huir con el Equipo Olímpico de Refugiados. Su hermana es ahora voluntaria en la isla de Lesbos por donde ella misma llegó hasta Europa y Yusra ha llegado a dar charlas en el Foro económico mundial de Davos.
Amr, un joven refugiado que huyó a Jordania después de que estallase la guerra en Siria no se da por vencido.
Después de emprender su camino a Europa, Amr fue acogido por una pareja berlinesa. El chico, de 17 años, sueña con ser arquitecto para poder reconstruir las ciudades sirias destruidas por la guerra. Allí, ya ha conseguido una beca en una reconocida escuela.
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