El trabajo humanitario es aquel que busca el bien del género humano, también llamado caritativo o benéfico. Además, se entiende por trabajo humanitario “el que tiene como finalidad aliviar los efectos de la guerra u otras calamidades a quienes las padecen”.
Para llevarlo a cabo, ACNUR tiene casi 11.000 trabajadores humanitarios en 130 países de todo el mundo. La mayoría trabajan en el terreno desde donde te contamos dos historias en primera persona.
Robina Kolok es una de ellos y también sabe lo que es ser refugiada. Natural de Sudán del Sur, lleva 7 años dedicada al trabajo humanitario con ACNUR en África y los últimos meses en Bangladesh.
¿Por qué decidiste dedicarte al trabajo humanitario? Estaba destinada a trabajar con refugiados. Yo era refugiada en Kenia y ACNUR me financió mis estudios de primaria. Además, mi madre era trabajadora humanitaria en Sudán del Sur. Cuando fui a visitarla, vi a la gente que recibe comida y cómo lo aprecian. Eso me hizo querer hacer lo que ella hacía. Vi la satisfacción que obtenía de su trabajo y me motivó a seguir sus pasos.
¿Cuál es el mayor reto de tu trabajo? Lo más chocante para mí de la emergencia rohingya es lo rápido que crece mientras los recursos se agotan. Estamos entregando mucha ayuda, pero parece una gota en el océano. Empaquetamos bidones, lonas de plástico, mantas, mosquiteras, utensilios de cocina y linternas solares para que distribuirlos sea más fácil. Los refugiados tienen que andar mucho para recoger la ayuda y esto les facilita poder transportarlo.
Este trabajo necesita que seas fuerte y tener una voz autoritaria. Tienes que lidiar con gente, mayoritariamente hombres, que son desde campesinos hasta líderes. Necesitas tener todas estas características, que creo que una mujer tiene.
¿Cuál ha sido tu mejor día? Cuando vi volver a los refugiados de Sudán del Sur en Uganda. Tenían esa sensación de volver a casa y eran tan felices de volver a su propia tierra. No estábamos haciendo mucho por ellos, distribuíamos herramientas y semillas, pero lo que veía en sus caras era esperanza. Fue el mejor día de mi vida. Especialmente para mí, que vengo de esa comunidad. Sentí que las cosas estaban cambiando a mejor.
¿Y el peor? Fue cuando vi que la esperanza empezaba a derrumbarse a finales de 2013 y la violencia estalló en Sudán del Sur de nuevo. Había un montón de familias por la carretera con colchones, cubos y todas sus pertenencias, dejando Sudán del Sur para cruzar a Uganda de donde volvieron unos años antes. Volvían a dejar sus casas. Fue doloroso para mí.
Vicky es una trabajadora humanitaria de ACNUR que conduce una furgoneta en Uganda, un país que es todo un ejemplo en acogida de refugiados.
¿Por qué te convertiste en trabajador humanitario? Quería ayudar a la gente que de verdad lo necesita y está sufriendo, quería hacerles sentir en casa. Tuve que dejar a mi familia para volver a mi ciudad para trabajar, pero me sentí bien. Soy una mujer fuerte y hago mi trabajo con pasión.
¿Cuál es el mayor reto de tu trabajo? Soy la única mujer conductora y hay gente que me anima y otros que intentan provocarme. Pero les digo que estamos aquí para ayudar a la gente y que debemos estar todos unidos para hacer nuestro trabajo.
¿Cuál ha sido tu mejor día en el trabajo? Hace unas semanas, vi a dos adolescentes solas cruzando la frontera de Sudán del Sur. Estaban sucias y hambrientas, esperando al registro. Había retraso y empezaron a llorar. Fui al despacho y les rogué que las registrasen, no me podía ir así. Las registraron, consiguieron comida y me quedé feliz.
Hace una semana, fui al campamento y dos de las chicas vinieron a darme un abrazo. Ahora tienen un pequeño terreno. Han ganado peso, tienen un refugio y están yendo al colegio. Tienen sus necesidades cubiertas y están seguras, aunque sus padres no estén con ellas.