Desde que empezó el conflicto en Irak, miles de niños secuestrados han sido víctimas inocentes de los grupos extremistas. Algunas historias, como la de Emad, terminan con un final feliz: él ha podido reencontrarse con su familia. Historias que merecen ser contadas para no caer en el olvido.
Hace tres años grupos extremistas atacaron la ciudad de Sinjar, en el noreste de Irak, separando a hombres y mujeres y asesinando a todos los que se negaban a adoptar sus creencias en la llamada matanza de Sinjar contra la minoría étnica más perseguida por el ISIS: los yazidíes. Entre ellos, el pequeño Emad fue secuestrado con apenas diez años.
Pasó tres años prisionero en la ciudad de Mosul, sobreviviendo con migajas y restos de comida. Cuando un día, Emad se acercó a uno de los puentes que cruzan el río Tigris para intentar conseguir algo de agua, fue herido por una bala que borraría su memoria a partir de ese momento.
Más tarde, cuando las fuerzas del gobierno tomaron la ciudad de Mosul, lo encontraron entre los escombros del casco antiguo de la ciudad. Cubierto de polvo, su pequeño cuerpo estaba destrozado por las heridas de metralla, las balas y las bombas. Afortunadamente, todo aquello había terminado.
Su familia, que también había sido secuestrada, no sabía si seguiría con vida y había perdido toda esperanza de volver a verlo cuando las fuerzas gubernamentales lo encontraron. Los militares se apresuraron a llevarlo junto a su tío que seguía viviendo en la ciudad.
Un mes después, sus heridas habían sido vendadas, pero su expresión, triste y cansada, no se parecía a la de ningún niño de su edad. Después de tres años obligado por sus captores a hablar en árabe en lugar de su lengua materna, el kurdo, Emad apenas conseguía comunicarse con sus familiares y su vida y la de su familia, como la de otras muchas, habían cambiado para siempre.
“Emad ha sufrido muchísimo... pero, gracias a Dios, está bien. Nos gustaría que fuera a la escuela para que pueda comenzar una nueva vida”, dice su tío.
La madre de Emad escapó de su cautiverio un año antes y había sido trasladada con ayuda de ACNUR hasta la ciudad canadiense de Winnipeg. Cuando Emad fue rescatado, ACNUR pudo asociar los nombres de madre e hijo y poner en marcha el ansiado reencuentro. Días antes de volar a Canadá, Emad ya había preparado todo su equipaje entusiasmado al por juntarse con su madre.
“La primera vez que Emad habló con su madre estábamos muy felices. Era como si Emad hubiera resucitado. Estaba casi muerto... Pero su madre estaba muy feliz. Era como si Emad hubiera vuelto a nacer”, cuenta su tío Hadi.
“Los niños que han sido prisioneros durante largos periodos de tiempo han sido sometidos a la conversión y trabajos forzados, a abuso físico y psicológico, además de a la separación de sus familiares… Nuestra prioridad principal es reunirlos con sus familiares para que al menos puedan aliviar el estrés por la separación”
Sarah Webster, especialista de reasentamiento de ACNUR.
Según la ONU, más de 6.000 mujeres y niñas fueron secuestradas y vendidas como esclavas en la matanza de Sinjad. Un genocidio que se ha equiparado a los crímenes contra la humanidad. Muchas de ellas eran familiares de Emad y miles de yazidíes fueron masacradas. Otras, murieron de deshidratación o agotamiento intentando escapar.
El 16 de agosto, Emad llegó a Canadá donde pudo reunirse con su madre, será evaluado y recibirá atención especializada. Mientras, otros miles de niños siguen esperando ayuda para poder contar un final feliz en Irak, se sufre una de las emergencias con menos fondos disponibles.