Las dos nadadoras de élite, Sarah y Yusra Mardini, cautivaron al mundo al rescatar a los 18 pasajeros que las acompañaban en la travesía del Mediterráneo cuando el motor de su embarcación falló.
Sarah y Yusra Mardini tienen 18 y 21 años, respectivamente. Estas refugiadas sirias crecieron en Damasco, donde aprendieron a nadar antes incluso que a caminar. Su padre, que era entrenador profesional, las enseñó a competir. En Siria, llegaron a ser miembros de los mejores clubs de natación y del equipo nacional.
Cuando la guerra empeoró, su casa fue destruida y huyeron junto a su familia hacia un lugar seguro. En verano de 2015, no les quedó otra opción que entregar a Sarah y Yusra Mardini a un traficante para que las llevase hasta Turquía y luego a Europa donde vivían dos parientes suyos. “No teníamos miedo porque estábamos juntas”, cuenta Sarah. Ni siquiera la noche en la que intentaban apiñarse con otras 18 personas en una barca hinchable pensada para 8 en la costa de Turquía.
Los problemas empezaron poco después de zarpar. El motor falló, dejando la barca encharcada y a la deriva. Sarah se tiró al agua seguida de su hermana y empujaron el barco desde el agua durante tres horas y media, hasta llevar a los ocupantes a un lugar seguro. “Cuando llegamos a la costa, todo el mundo nos daba las gracias”, cuenta Sarah, pero ella les decía: “Somos nadadoras. Es nuestro trabajo”. Después de un año, describe la noche como surrealista: “Cuando cuento mi historia, no puedo creérmela”.
25 días después, llegaron a Alemania. Ya en Berlín, una ONG les contactó para su club de nadadores, Wasserfreunde Spandau 04. Allí, Yusra Mardini empezó su camino hacia los Juegos Olímpicos de 2016 donde haría historia compitiendo en las categorías de estilo libre y mariposa.
Su hermana no tuvo la misma suerte. Una antigua lesión en el hombre que se agravó la noche en la que naufragó en el Mediterráneo le obligó a dejar la natación de competición.
Cuando Yusra Mardini fue seleccionada para el Equipo de Refugiados 2016, Sarah le acompañó para animarle desde piscina olímpica. Estando allí, Sarah recibió un mensaje de Erik Gerhardsson, un voluntario del Centro Internacional de Respuesta a Emergencias, ERCI. “Me dijo que somos su inspiración, que nuestra historia era impresionante y que los niños refugiados de la isla hablaban de nosotras como héroes. Entonces fue cuando dije ‘Voy para allá’ y me respondió ‘¿Qué? ¿Estás loca?’ y dije ‘Sí, voy para allá’”, relata.
Semanas más tarde, Sarah estaba trabajando en el equipo de rescate de ERCI junto a otros 20 voluntarios de todo el mundo. “Es una verdadera heroína”, dice el fundador de ERCI, Panos Moraitis.
Para ella, volver a Lesbos no ha sido fácil. “¿Por qué los sirios terminamos así?”, se preguntaba en su primer día como voluntaria. “Fue muy doloroso para mí ver a mi gente así”, asegura.
Desde entonces, la hermana de Yusra Mardini trabaja en Lesbos como voluntaria con el Centro Internacional de Respuesta a Emergencias (ERCI), asistiendo a refugiados en peligro que intentan alcanzar la isla. Muchos de ellos no saben nadar. Cuando llegan, Sarah les dice: “Sé cómo te sientes porque yo también he pasado por ello. Lo he vivido y he sobrevivido”. Ellos se sienten reconfortados.
Sarah Mardini, que ha dado charlas en Europa e incluso ante la Asamblea General de la ONU en Nueva York espera que su historia ayude a cambiar la forma en la que se percibe a los refugiados.
172.800 personas llegaron a las costas griegas en 2016. A pesar de ser 5 veces menos que en 2015, 2016 registra el mayor número de muertos en el Mediterráneo de la historia. A día de hoy, 12 personas intentan alcanzar Lesbos cada semana.
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