Los ataques perpetrados a finales de marzo en Palma, un pueblo costero, han obligado a huir, hasta el momento, a más de 30.000 personas. El 43 % son niños. De ellos, 300 son menores no acompañados. La mayoría de los nuevos desplazados están siendo acogidos por comunidades locales que cuentan con escasos recursos.
En los últimos días han seguido llegando más personas que huyen de Palma por tierra y por mar a la ciudad de Pemba, incluyendo tres embarcaciones con más de 300 pasajeros. Las necesidades humanitarias son enormes.
Estas personas se suman a los más de 700.000 desplazados internos en las provincias de Cabo Delgado, Nampula, Niassa, Sofala y Zambesia, como resultado de la violencia sufrida en la zona desde 2017.
Desde que comenzó el conflicto en 2017, han muerto decenas de miles de personas. Se han producido saqueos, quema de casas y graves daños a centros de salud y escuelas. Muchas familias han sido separadas. Se ha bloqueado el acceso a las tierras agrícolas y se han restringido otras actividades económicas.
Las condiciones en los nuevos asentamientos informales de desplazados internos son pésimas. Muchas personas corren el riesgo de morir de hambre y se encuentran en una situación desesperada.
María, en la foto, ha tenido que huir de su hogar dos veces en el último año, la más reciente debido al ataque mortal en Palma. Ahora, apoya a ACNUR como voluntaria para proteger y asistir a las personas desplazadas vulnerables como ella.
ACNUR ha advertido que a finales de junio de este año el número de desplazados forzados podría superar el millón.
El deterioro de la situación humanitaria se ve agravado por el subdesarrollo crónico, las crisis climáticas consecutivas y los brotes recurrentes de enfermedades, incluida la COVID-19.
"Nadé y caminé por el agua. Tenía que poner a mis hijos a salvo. Allí vi a otras personas intentando salvar sus vidas; algunos no aguantaron. Fue terrible". María.
ACNUR se ha movilizado inmediatamente para proporcionar asistencia básica y servicios de protección a las personas que se han visto obligadas a huir por estos últimos ataques en Palma, y sigue apoyando a los que ya estaban desplazados.
Además, está proporcionando refugios, apoyo psicosocial y material básico de emergencia, como mantas, sacos, esterillas, lámparas solares y artículos de cocina. Según los últimos informes, muchas personas que huyeron a la vecina Tanzania han sido devueltas y se han separado de sus familiares. ACNUR está haciendo un seguimiento con las autoridades para llegar a estas familias y proporcionarles apoyo inmediato.
Sufo Mualimo Bacar, de 26 años, huyó de Palma a Pemba después de los ataques del pasado 24 de marzo. En la huida, perdió el contacto con su esposa, Somoye, y sus dos hijos, de cuatro y dos años. También perdió la pista a sus hermanos menores, Hussain, de 22 años, y Amisa, de 17. Desde su llegada a Pemba, Sufo ha intentado desesperadamente obtener información sobre su familia, pero todavía no sabe dónde están.
La falta de financiación pone en riesgo la vida de cientos de miles de personas en Mozambique y puede empujar a una espiral de vulnerabilidad a las personas que se ven obligadas a huir. Se necesitan 25,7 millones para hacer frente a esta emergencia durante 2021. Hasta el momento, solo se han recaudado el 20 % de los fondos necesarios. La situación es crítica.
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