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En la isla de Vancouver, Canadá, las cuerdas de su violín reverberan en las montañas. Antes de la guerra en Siria, Sari pasó por el Instituto Musical de Damasco y la Orquesta Sinfónica. Una vez en Canadá, tuvo la suerte de toparse con Paulina, quien se ha convertido en su patrocinadora.
“Sigo mi corazón. Y mi corazón siempre me dice: eres músico y no puedes hacer ninguna otra cosa”, dice este refugiado sirio que ha encontrado la felicidad en Canadá gracias a su violín.
Mientras, miles de sirios continúan atrapados en una guerra de siete años y necesitan, hoy más que nunca, ayuda para sobrevivir.