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Educación y refugiados: darles un futuro a quienes perdieron todo

“Estos son mis pensamientos y oraciones. Escribo todo lo que me inspira, me ayuda a mantener la concentración”, dice Jules en su apartamento situado cerca de la Piazza della...

13 de abril, 2022

Tiempo de lectura: 3 minutos

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“Estos son mis pensamientos y oraciones. Escribo todo lo que me inspira, me ayuda a mantener la concentración”, dice Jules en su apartamento situado cerca de la Piazza della Signoria, en el corazón de Florencia. Este refugiado congoleño que vivía en Etiopía es feliz desde que fue aceptado para estudiar un máster en gestión de recursos naturales en la Universidad de Florencia. “Hay tantos estudiantes internacionales de todo el mundo que estudian conmigo, que he aprendido tanto de ellos como de los propios cursos”, menciona.

Sus padres murieron en enfrentamientos étnicos cuando Jules tenía unos pocos meses y fue criado por su tía, pero más tarde no pudieron aguantar más la creciente violencia en su país y huyeron a pie hacia Etiopía. Hoy Jules tiene un futuro gracias al proyecto de Corredores Universitarios para Refugiados, un programa cuyo objetivo es ayudar a que las personas refugiadas tengan oportunidades para continuar su educación superior en Italia.

La educación para los refugiados es fundamental y uno de los pilares en los que se basa el trabajo de ACNUR. Porque hay miles y miles de niños y niñas como lo fue Jules en un momento con muchos sueños y deseos de hacer cosas y que necesitan, sí o sí, de un apoyo decisivo para que puedan acceder a la educación.

“Quiero aprenderlo todo en la escuela. Quiero tener una educación”, dice Samia, que tiene 10 años y estudia en el campo de refugiados afganos de Karachi. Tamisa, su hermana mayor, nunca pudo ir a la escuela, ya que se casó muy joven y tuvo hijos, por lo tanto la educación nunca pudo ser una opción para ella. Y no quiere que a su hermana le suceda lo mismo. “Tengo muchos sueños”, reconoce Samia, emocionada porque le permiten ir a la escuela, algo que le fascina.

Al igual que pasa con Samia, los sueños de las niñas y niños en situación de refugio se diseminan por todo el planeta. “Me gustaría ser doctora y ayudar a la gente” dice otra niña refugiada y la sociedad tiene la obligación de ayudarla a cumplir con su deseo.

Educación y refugiados ante la pandemia

La llegada de la pandemia de COVID-19 acentuó muchas de las desigualdades que ya existían en la sociedad, también dentro de los campos de refugiados. El acceso a la educación fue uno de los problemas más graves en este sentido y miles de niños y niñas tuvieron que interrumpir sus estudios.

“Si queremos transformar el futuro, si queremos cambiar el rumbo, debemos repensar la educación. Tenemos que reparar las injusticias del pasado y orientar la transformación digital hacia la inclusión y la equidad. Y necesitamos que la educación contribuya plenamente al desarrollo sostenible”, dijo Audrey Azoulay, directora general de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), el pasado 24 de enero a través de un mensaje con motivo del Día Internacional de la Educación.

“Si no tomamos medidas, la proporción de niños en los países en desarrollo que dejan la escuela y no saben leer podría aumentar del 53 % al 70 %”, dijo António Guterres, Secretario General de las Naciones Unidas, en otro mensaje emitido para la misma fecha.

ACNUR trabaja sin descanso con socios locales en diferentes países y con diferentes organismos internacionales pensando en un acceso integral de la niñez y la juventud refugiadas a todas las escalas del proceso educativo. Porque la educación es fundamental para que los refugiados puedan rehacer sus vidas y tener un futuro, un derecho humano consagrado en la Convención de los Derechos del Niño de 1989 y en la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados de 1951.

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