Existen numerosos ejemplos de refugiados comprometidos con el medio ambiente: Gharam trabaja en Recycle Beirut, un proyecto que reduce la saturación de los vertederos de Beirut; Abraham, refugiado de...
Existen numerosos ejemplos de refugiados comprometidos con el medio ambiente: Gharam trabaja en Recycle Beirut, un proyecto que reduce la saturación de los vertederos de Beirut; Abraham, refugiado de Sudán del Sur, planta árboles en Uganda; Tateh diseña y construye refugios con botellas de plástico llenas de arena en Argelia. Estos son solo algunos ejemplos, pero cada vez más refugiados desarrollan actividades para ayudar al medio ambiente.
Es el caso del conocido como “Gran muro verde” en el norte de Camerún. Las personas refugiadas y las comunidades de acogida han plantado semillas germinadas con un objetivo: transformar el campamento de refugiados de Minawao y sus alrededores.
El campo de Minawao se encuentra en una región árida muy afectada por el cambio climático y acoge a unas 70.000 personas refugiadas de Nigeria que han huido de la violencia de Boko Haram. La llegada de tantas personas aceleró el proceso de desertificación en la zona, por lo que era muy importante encontrar una solución para frenarlo.
La desaparición de bosques y zonas verdes ha provocado un profundo impacto en las poblaciones. Por ejemplo, el precio de la madera aumentó notablemente, lo que provocó conflictos en las comunidades de acogida. Las mujeres se vieron obligadas a adentrarse en el bosque y buscar leña, lo cual resultaba peligroso debido a posibles ataques. Incluso los animales tenían cada vez más dificultades para alimentarse.
Ante esta grave situación, en 2018 ACNUR y la Federación Luterana Mundial (FLM) pusieron en marcha el proyecto, que forma parte de la iniciativa del Gran Muro Verde para crear una barrera de 8.000 kilómetros en todo el continente. Además, el proyecto también forma parte de la estrategia de ACNUR para reducir las emisiones de efecto invernadero asociadas a los campamentos de refugiados.
Lydia Yacoubou es una refugiada nigeriana que participa en el proyecto del “Gran muro verde” plantando semillas. “Los árboles nos aportan mucho”, explica. “Primero, proporcionan la sombra necesaria para cultivar alimentos. Luego, las hojas y ramas muertas pueden convertirse en abono para el cultivo. Por último, el bosque atrae y retiene el agua. Las precipitaciones incluso han aumentado.”
Desde que comenzó el proyecto en 2018 la evolución de Minawao y sus alrededores ha sido espectacular. Antes, los refugios y los alojamientos estaban rodeados por grandes extensiones de arena; ahora, todo ese terreno está cubierto de vegetación. “Antes, durante la temporada de sequía, el sol era tan intenso que todo se quemaba”, rememora Zara Maina, trabajadora de ACNUR. Ahora, los primeros árboles que se plantaron cuando comenzó el proyecto dan suficiente sombra para poder cultivar. “Desde el comienzo del proyecto se han cultivado 360.000 semillas germinadas en el vivero y se han plantado en más de 100 hectáreas”, explica Abdul Aziz, Coordinador del proyecto de la FLM.
Minawao antes y después
Las personas refugiadas y la población local necesitan combustible para calentarse y cocinar, por lo que el progreso del muro verde sigue siendo frágil. Por ello, ACNUR y FLM también están promoviendo fuentes de energía sostenibles, como el carbón vegetal. Las familias envían sus residuos domésticos a los centros de producción de carbón vegetal, que después pueden utilizar en estufas especialmente adaptadas.
Gracias a esta iniciativa no solo se ha reducido la tala de árboles y las tensiones entre las personas refugiadas y la población local, sino que también ha servido para formar y capacitar a las personas refugiadas, que trabajan como voluntarias en el vivero, y para proporcionar ingresos a muchas familias que trabajan en la producción de carbón.
Es el caso de Fibi Ibrahim, mujer refugiada que forma parte de una cooperativa de unas 100 mujeres que producen y venden carbón y estufas adaptadas en el campo de Minawao. “El dinero que gano vendiendo bloques de carbón me permite comprar jabón, condimentos y carne para complementar las raciones de la familia”, explica Fibi, que es madre de cinco hijos. “Espero que pronto, cuando haya ahorrado suficiente dinero, pueda abrir mi propia tienda en el campamento y satisfacer plenamente las necesidades de mi hogar.”