Los voluntarios de Hungría, una definición de gratitud Los voluntarios de Hungría, una definición de gratitud

Los voluntarios de Hungría, una definición de gratitud

Al anochecer, un grupo de voluntarios llega a una plaza muy conocida de Budapest con agua fresca y comida caliente. Se trata de una ayuda fundamental para las familias de...

5 de abril, 2016

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Al anochecer, un grupo de voluntarios llega a una plaza muy conocida de Budapest con agua fresca y comida caliente. Se trata de una ayuda fundamental para las familias de refugiados que cada noche quedan con ellos allí. Al principio, la timidez hace que les cueste acercarse para coger un plato de comida y una cuchara, pero, poco a poco, padres e hijos se van acercando y sus rostros se iluminan llenos de gratitud. “Sabe bien”, dice una joven madre afgana, visiblemente agradecida por su plato vegetariano preparado según las necesidades del mes sagrado del Ramadán.

En Hungría se han recibido alrededor de 70.000 solicitudes de asilo durante el 2015. El 80% de los refugiados llega desde Siria y no cuenta con los recursos necesarios para llevar una vida digna. Muchos deambulan por las calles de Budapest en busca de un lugar donde descansar, como los centros de recepción habilitados por las autoridades del país.

“Solo queremos sobrevivir”, nos cuenta Afsar, un antiguo trabajador del sector de la construcción y padre de cuatro niñas. Él y sus hijas llegaron desde Afganistán después de un viaje que duró tres meses y en el que se gastaron todos sus ahorros. Hasta ahora han sobrevivido a base de pan, así que para ellos una buena definición de gratitud es poder dar las gracias en persona a aquellos voluntarios que les dan comida caliente. “Hacía mucho tiempo que no nos sucedía algo tan bueno. No sé quiénes son estos chicos y chicas, pero son buenas personas, eso seguro”.

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Esta comida es preparada y distribuida por un grupo de voluntarios húngaro llamado Food Not Bombs, que decidieron hacer algo por su cuenta después de escuchar la historia de familias desesperadas como la de Afsar, que vagan cada día por las calles de Budapest. Este grupo lleva años cocinando para los pobres de la ciudad y ahora amplía su trabajo a todos los refugiados.

“No podíamos esperar mientras veíamos como las mujeres y los niños sufren”, cuenta Judit Marta, una de las voluntarias. “Nos gustaría demostrar que ayudar no es tan difícil”. Para Judit, la definición de gratitud es ver cuánta felicidad se puede traer a otro ser humano ofreciéndole tan solo un plato de comida caliente en el momento oportuno. “Estas personas han sufrido mucho y algunas de ellas incluso se sorprenden de que las ayudemos sin pedir nada a cambio”.

Food Not Bombs no es el único grupo húngaro que proporciona ayuda a los solicitantes de asilo. En las redes sociales, la gente está haciendo campañas de recogida de alimentos, agua y ropa cerca de la frontera con Serbia, y algunos residentes también ofrecen comida, mantas, juguetes e incluso sus vehículos para desplazar a las personas desde la estación de tren.

A medida que cae la noche, los refugiados van terminando su comida y empiezan a marcharse. Todo lo que necesitan es un lugar seguro donde quedarse y un poco de comida que llevarse a la boca. Detrás de cada uno de ellos hay una historia, una huida, un camino y unas necesidades; por eso estos grupos de voluntarios han decidido aportar su grano de arena para verlos felices al menos durante un rato.

 

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