Los datos del último informe anual de tendencias de ACNUR arrojan números alarmantes sobre las personas refugiadas en el mundo, comenzando por el hecho de que en 2018 se registró...
Los datos del último informe anual de tendencias de ACNUR arrojan números alarmantes sobre las personas refugiadas en el mundo, comenzando por el hecho de que en 2018 se registró un aumento de 2,3 millones de desplazados forzados. De esta manera, a finales de ese año había un total de 70,8 millones de seres humanos desplazados de sus hogares por diferentes motivos: persecuciones, conflictos, violaciones de los derechos humanos y violencia en general.
De este total, 25,9 millones son personas refugiadas, 41,3 desplazados internos y 3,5 solicitantes de asilo. Y si bien estas cifras globales nos dan un panorama integral de la situación y evidencian una tendencia que cada vez se agrava más, se vuelve necesario meternos en el día a día de las personas refugiadas y trazar una radiografía de lo que significa ser un refugiado en el mundo actual.
Si uno no vive en carne propia determinadas situaciones, es difícil tener una magnitud medianamente cercana de las mismas, sobre todo en lo que tiene que ver con las personas refugiadas. Por eso a través de este vídeo en 360º preparado por el Comité español de ACNUR y registrado en cámara subjetiva, cualquier persona puede sentir lo que significa huir de un hogar por causa de violencia armada y cómo es la llegada a un campo de refugiados, la entrega del kit de higiene personal y de ropa, además de la instalaciones en las que viven las personas refugiadas.
Podemos decir que la estimación es que hay alrededor de 37.000 desplazamientos por día en todo el mundo y que 4 de cada 5 personas refugiadas viven en países vecinos a su país de origen. Pero también se vuelve imprescindible ver vídeos como éstos para que estas cifras, que en sí mismas son alarmantes, las hagamos carne.
En 2018, más de las dos terceras partes de los refugiados, es decir, el 67% del total, provenían de tan solo cinco países:
La situación que vive Siria desde 2011 hace que este país encabece por bastante diferencia la lista de aquellas naciones que producen la mayor cantidad de personas refugiadas.
“Quiero ser doctora porque quiero ayudar a la gente”, asegura Sabika, una pequeña refugiada rohingya de 10 años que vive junto a sus padres y sus cuatro hermanos en el campo de refugiados de Kutupalong, en Bangladesh. “Aprendo matemáticas, inglés y birmano. Me gusta ir al colegio porque aprendo muchas cosas, como poemas y el abecedario; y puedo jugar”, dice la pequeña.
Unos 7,4 millones de personas refugiadas en edad escolar se encuentran bajo el amparo de ACNUR. Y lo que comenta Sabika es parte del trabajo que se realiza con los más pequeños y pequeñas que han tenido que huir de sus hogares: hacer todo lo posible para que puedan seguir con su educación, además de garantizarles, como a toda su familia, el acceso a los servicios básicos de techo, alimento e higiene.
“Quizás no sean el lugar ideal para vivir, pero estos campos de refugiados son la única oportunidad que les queda a las víctimas de la guerra siria”. Estas palabras de Olga Sarrado, una trabajadora de ACNUR, reflejan el espíritu de estos sitios en los que las personas refugiadas llegan huyendo de la violencia, las violaciones de los derechos humanos o las situaciones de desastres naturales. No se plantean como un sitio perfecto, en absoluto, pero sí fundamental para que millones de personas refugiadas puedan, primero, salvar su vida. Y, segundo, empezar a pensar en un futuro abandonando poco a poco el trauma que les tocó vivir en sus hogares y puedan alimentarse y tener un techo, condiciones de vida dignas y, en el caso de los menores, puedan continuar con su educación.