El sarampión representa un peligro latente para los países más pobres y vulnerables en todo el mundo. En 2019, la enfermedad causó más de 6.000 muertes en la...
El sarampión representa un peligro latente para los países más pobres y vulnerables en todo el mundo. En 2019, la enfermedad causó más de 6.000 muertes en la República Democrática del Congo tras un brote que se inició en 2018 y que fue declarado como epidemia en junio del año pasado. Se estima que durante 2019, más de 310.000 personas han contraído la enfermedad en el país africano, por lo que se trata del mayor brote de sarampión de los últimos 10 años y el mayor activo en el mundo en estos momentos.
La imposibilidad de muchas personas para acceder a la vacuna contra el sarampión está causada, principalmente, por culpa de la injerencia de grupos armados que controlan algunos territorios y que impiden el acceso de personal sanitario de diferentes organizaciones humanitarias. También hay otros factores que imposibilitan la aplicación integral de la vacuna, como el hecho de que una franja considerable de población está en continuo desplazamiento por causa del conflicto armado y del hambre, además de la cantidad de casos de desnutrición que hay en el país.
ACNUR trabaja en la zona para que la vacuna contra el sarampión llegue, sobre todo, a los niños refugiados, que son los más vulnerables ante la enfermedad. Entre las cinco primeras causas de muerte en menores de cinco años, el sarampión es una de ellas. Por lo que la respuesta debe ser inmediata y urgente, no sólo en la distribución de la vacuna sino también en el control de la población de riesgo y la asistencia alimentaria.
Se trata de una enfermedad de características víricas y que es sumamente contagiosa. Se transmite por gotículas de la nariz, faringe y boca de las personas que están infectadas. Los primeros síntomas del sarampión aparecen entre 8 y 12 días después de la infección: fiebre alta, manchas blancas en la cara interna de las mejillas, rinorrea e inyección conjuntival. Durante los días posteriores, las manchas empiezan a extenderse por todo el cuerpo.
La mayoría de los pacientes se recupera en 2 o 3 semanas, pero en muchos casos puede haber complicaciones severas como diarrea intensa, neumonía, ceguera, encefalitis e infecciones en el oído. Estas consecuencias graves suelen aparecer en niños con serios problemas de nutrición y en pacientes inmunodeprimidos.
Para prevenir la aparición de la enfermedad, no hay nada mejor que la vacuna. Desde su aparición y aplicación masiva en la mayor parte del mundo, la vacuna contra el sarampión ha conseguido reducir de manera drástica la cantidad de muertes por esta enfermedad.
La vacuna contra el sarampión se introduce en el año 1963, cuando Estados Unidos es el primer país del mundo en autorizarla. Nueve años antes, en 1954, dos científicos en la ciudad de Boston, John F. Enders y Thomas C. Peebles, consiguieron aislar el virus que causa la enfermedad. Y, desde mediados de los años 60, la vacuna contra el sarampión se empezó a generalizar de manera progresiva en todo el mundo.
Actualmente forma parte de la lista imprescindible de medicamentos de la Organización Mundial de la Salud. Y es la propia OMS quien afirma que entre 2000 y 2017 la vacunación consiguió disminuir la cifra de muertes por esta enfermedad en un 80% a nivel mundial, lo que representa un total de 21,1 millones de personas salvadas.
Su aplicación en el sector infantil ha ido en aumento en los últimos años, si se considera que en 2017 el 85% de los niños menores de un año recibieron la vacuna contra el sarampión en todo el mundo, un porcentaje mayor al 72% registrado en el año 2000.
En la mayor parte del mundo, la vacuna contra el sarampión suele administrarse en combinación con la vacuna contra la parotiditis y contra la rubeola. En 2008, por lo menos 192 países contemplaban en sus respectivos sistemas sanitarios la administración de dos dosis de esta vacuna a toda la población.
La inmunización de una enfermedad a través del sistema de vacunación es un invento del siglo XVIII y significó una revolución en la prevención de epidemias. A través de la producción de anticuerpos, las vacunas cumplen con la función fundamental de inmunizarnos frente a enfermedades que, de otra forma, serían mortales.
De acuerdo con estudios de la Organización Mundial de la Salud, la vacunación consigue evitar entre 2 y 3 millones de muertes anuales por sarampión, difteria, tos ferina y tétanos.