“Aprender a través del juego construye un orden superior de pensamiento para niños que tuvieron situaciones estresantes y que necesitan la seguridad de un padre o profesor para crear una sensación de apego y bienestar emocional”, así lo cree la ONG que hay detrás de Barrio Sésamo y que ha llevado a sus marionetas hasta los niños sirios y los rohingya que viven en los campos de refugiados.
Learning thru play builds a higher order of thinking
— UNHCR in Bangladesh (@UNHCR_BGD) 13 de diciembre de 2018
children that had stressful situations
need security of a parent or teacher to guide play & learning to build a sense of attachment & emotional well being @refugees @SesameWorkshop
©Ryan Donnell/Sesame Workshop pic.twitter.com/gzu0AjWefi
Kakuma es un campo de refugiados en Kenia y el hogar de 186.000 personas. Kakuma’s got talent es el primer concurso de talentos en un campo de refugiados. A través de para las distintas franjas de edad, niños y jóvenes descubren distintas formas de mostrar al mundo su talento y de desarrollarlo para, quizás, algún día poder ganarse así la vida.
La risa puede ser especialmente beneficiosa para ayudar a niños que han sufrido situaciones traumáticas. La caravana de Clown Me recorre los campos de refugiados de Líbano, Jordania y Siria para contagiar la risa entre los más pequeños.
Este grupo de payasos solidarios, además de hacerles sonreír, enseña a los niños cuáles son sus derechos.
Además de los beneficios más evidentes, hacer deporte ayuda al desarrollo físico, emocional y social de los niños refugiados tras haber tenido que huir de su país a causa de la violencia. Y es que los escasos medios de los que disponen han pasado de ser un obstáculo a un incentivo para su imaginación.
Desde chapas de botella convertidas en damas, hasta pelotas hechas de bolsas de plástico y cuerdas, todo ello contribuye a que estos niños puedan jugar y hacer deporte con elementos reciclados.
Otra de las terapias más efectivas para los niños que han sufrido traumas es la de plasmar esas situaciones a través del dibujo. Una práctica que ACNUR lleva a cabo en campos de refugiados como en Sudán del Sur donde los niños trasladan sus temores al papel con ilustraciones sobre la guerra y la violencia.
Muchos niños refugiados se ven separados de sus padres al cruzar la frontera o quedan huérfanos de guerra. En Myanmar, más de 5.000 niños rohingya quedaron al cargo de sus hermanos pequeños, sin ningún otro familiar que pudiera ayudarles.
ACNUR trabaja para que estos menores no acompañados sean identificados a través de iniciativas como los puntos azules o la reunificación familiar que dejan historias con final feliz como la de este niño secuestrado en Irak.
La educación para niñas y niños refugiados puede cambiar no solo su futuro, sino también su presente. En las aulas, los pequeños aprenden a protegerse de enfermedades y evitan que les envíen a trabajar o casarse a edades demasiado tempranas.