Actualmente, hay en el mundo más de 27 millones de niños refugiados bajo el amparo de ACNUR. Son niños que han tenido que huir de la guerra y la violencia y enfrentarse a un futuro incierto fuera de su país. Han abandonado su casa, su escuela, a sus amigos…su vida tal y como la conocían.
Muchos niños hacen, además, este camino al exilio solos. Son menores no acompañados, como Yayo, una niña sursudanesa de 13 años que llevó a Uganda a sus tres hermanos pequeños para ponerles a salvo de la violencia. Cuando los combatientes llegaron a su aldea, sus padres estaban fuera de casa, en el mercado, y Yayo tuvo que salir corriendo con sus hermanos en medio de la multitud. Consiguieron llegar a Uganda tras pasar varios días caminando y turnándose con su hermana para cargar al más pequeño, de 2 años. Afortunadamente, los niños se reencontraron con su madre poco tiempo después en un asentamiento.
Sólo la guerra en Siria ha obligado a casi 2 millones de pequeños a convertirse en refugiados y vivir en condiciones durísimas en países de la región como Jordania, Líbano o Turquía. De todos ellos, el 39% son menores de 11 años, como Saleh, que está tratando de conservar su pasión por las palomas a pesar de vivir en un asentamiento en Líbano. Su familia es criadora de palomas y él dice que le gusta alimentarlas y cuidarlas porque le recuerdan a su vida pasada en Siria, de donde huyó hace ya más de 4 años.
Además de los niños sirios que viven refugiados en la región, otros miles han venido a Europa con sus familias arriesgando su vida en el Mediterráneo. Llegan asustados por todo lo que han vivido y por el viaje. Todavía les quedan por delante muchos días de viaje, de espera en tierra de nadie entre fronteras, de frío e incluso momentos de caos y tensión. En el trayecto, la mayoría de ellos sólo sueña con un futuro mejor en el que volver a tener un hogar y regresar a la escuela.
El duro viaje en busca de un lugar seguro lejos de la violencia acaba en países del norte de Europa, donde solicitan asilo y esperan ser reconocidos como refugiados. Mientras, aprenden un nuevo idioma, hacen nuevos amigos y reinician poco a poco su vida.
Algunos niños refugiados se encuentran en una situación tan vulnerable que ACNUR tiene que buscar soluciones duraderas para ellos, como por ejemplo el reasentamiento. Ese fue el caso de Abdu, un niño sirio de 7 años sordo de nacimiento que fue trasladado a Alemania con su familia y que ahora puede oír gracias a la cirugía que le practicaron. Su historia es similar a la de Omar, el niño sirio que no podía crecer, y a la de otros muchos pequeños que necesitan tratamientos médicos a los que no pueden acceder en los primeros países que les acogieron.
Gracias al apoyo de socios y donantes, ACNUR puede seguir ofreciendo apoyo, asistencia y soluciones a muchos niños refugiados.