El hambre y la pobreza siempre han ido de la mano. Desde que los humanos empezaron a organizarse en sociedades complejas y se establecieron clases sociales, la comida ha sido...
El hambre y la pobreza siempre han ido de la mano. Desde que los humanos empezaron a organizarse en sociedades complejas y se establecieron clases sociales, la comida ha sido el bien más preciado y estratégico. Sin embargo, desde finales de los 90, la pobreza extrema ha sido reducida notablemente en todo el planeta y, con ella, la desnutrición aguda.En lo que llevamos de siglo XXI hemos vivido un incremento en la situación que podrían revertir esta tendencia positiva. Los conflictos armados, los desastres naturales y las crisis humanitarias que provocan estos acontecimientos han generado un número nunca antes visto de refugiados. El fantasma de la desnutrición aguda, especialmente entre los niños, ha reaparecido con fuerza en muchos puntos del planeta.
Hoy en día, el 35% de los fallecimientos de menores de cinco años en el mundo se deben directa o indirectamente a la desnutrición aguda. Sus síntomas externos son un peso muy bajo para la estatura y una delgadez extrema conocida como emaciación. Según datos de la OMS, 17 millones de niños en todo el planeta padecen emaciación grave.
La crisis económica mundial de 2008, los conflictos armados en torno al Mediterráneo y los desastres naturales debidos al cambio climático han generado una crisis global de refugiados. El desplazamiento forzado alcanzó una cifra récord de 68,5 millones de personas en 2017. Se calcula que una persona fue desplazada contra su voluntad cada dos segundos. Los países en vías de desarrollo fueron los más afectados.
El Cuerno de África, una amplia región ubicada en el este del continente y que alberga a varios de los países más pobres del mundo, es un buen ejemplo de esta combinación de acontecimientos. A las guerras que han asolado la región desde la descolonización se han unido varias sequías extremas a causa del cambio climático.
En Somalia, la desnutrición infantil alcanza el 42% y uno de cada seis niños sufre desnutrición aguda grave. El 9% de los recién nacidos recibe lactancia materna antes de los 6 meses. Ante esta tesitura, los índices de mortalidad infantil son nueve veces más altos que en el resto del planeta. En 2011, 260.000 personas murieron en el Cuerno de África a causa de la crisis humanitaria.
En 2012, la ONU puso en marcha el proyecto Hambre Cero con el objetivo de erradicar completamente el hambre y la desnutrición. Estos eran los cinco grandes pilares del plan:
ACNUR, por su parte, ha trabajado con dos tipos de suplementos nutricionales para combatir la desnutrición a corto plazo de los niños refugiados.