Vivimos en la era de la globalización y ese discutido concepto tiene muy diversas consecuencias para la humanidad. Entre los aspectos positivos: estamos conectados en casi todo el planeta,...
Vivimos en la era de la globalización y ese discutido concepto tiene muy diversas consecuencias para la humanidad. Entre los aspectos positivos: estamos conectados en casi todo el planeta, podemos viajar con muchas menos barreras que hace pocas décadas y millones de personas han logrado salir de una situación de extrema pobreza. La gran crítica: el aumento de la desigualdad económica en el mundo y la acumulación de la riqueza en las manos de una pequeña élite mundial.
El Secretario General de las Naciones Unidas, António Guterres, destacó el pasado mes de mayo en La Habana que, pese a los beneficios que ha traído la globalización, como la gran cantidad de personas que han salido de la pobreza extrema, el fenómeno también ha provocado desigualdades que dificultan el acceso a la sanidad, educación y justicia.
“Las personas se preguntan con razón ¿qué mundo es este en el que un puñado de hombres, porque los más ricos del mundo son hombres, en la extrema riqueza la desigualdad de género también existe, acumula la misma cantidad de riqueza que la mitad más pobre de la humanidad?", reflexionó Guterres.
“Debemos aprovechar el potencial de la Cuarta Revolución Industrial, y protegernos, al mismo tiempo, de los riesgos que plantea. Este es probablemente el reto más difícil que vamos a tener en las dos próximas décadas”, añadió el secretario general de la ONU.
En el Informe sobre la Desigualdad Global 2018 de la Paris School of Economics se muestra que la desigualdad se ha incrementado en prácticamente todas las regiones del mundo en décadas recientes, aunque a distintas velocidades.
En 2016, el 10% de la población con mayores ingresos acaparó el 37% del total de los ingresos en Europa, el 41% en China, el 46% en Rusia, el 47% en Estados Unidos y Canadá y aproximadamente el 55% en África Subsahariana, Brasil e India.
Se certifica de este modo que los países en desarrollo son los más desiguales en términos económicos, si bien la desigualdad de ingresos ha crecido en todo el planeta desde 1980. Este aumento se ha producido rápidamente en Norte América, China, India y Rusia, mientras que ha sido más moderado en Europa.
En definitiva, en las últimas décadas hemos asistido a nivel mundial al fin de un régimen más igualitario puesto en marcha desde el final de la II Guerra Mundial y que tomó distintas formas en las regiones mencionadas.
El hecho de que los niveles de desigualdad citados en el informe sean tan distintos entre países, incluso entre aquellos con niveles similares de desarrollo, muestra la importancia de las políticas e instituciones nacionales para influir en la evolución de la desigualdad.
Entre los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible acordados por las Naciones Unidas en 2015, el número 10 es el de reducir las desigualdades en el planeta antes de 2030. La ONU recomienda la aplicación de políticas universales que presten también especial atención a las necesidades de las poblaciones desfavorecidas y marginadas. Como medidas adicionales también propone un aumento en el trato libre de aranceles y que se continúen favoreciendo las exportaciones de los países en desarrollo, además de aumentar la participación del voto de los países en desarrollo dentro del Fondo Monetario Internacional (FMI).
En palabras de Guterres: “Necesitamos una economía mundial que beneficie a todos y cree oportunidades para todos. Necesitamos construir una globalización equitativa”.
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