El deshielo, las temperaturas extremas o la extinción de especies son algunas de las consecuencias del cambio climático sobre las que más hemos escuchado hablar, pero, ¿cómo repercute en los seres humanos? Las sequías, la falta de cosechas, las lluvias y las temperaturas extremas son algunos de los factores que exacerban la emergencia climática y están directamente relacionados con los desplazamientos forzados de población.
Para visualizar la relación entre los mayores desplazamientos de personas y las consecuencias del cambio climático, el New York Times crea este gráfico basado en los datos de la ONU sobre desplazados y refugiados (el color gris indica el mayor número de personas que huyen del país) frente a los mayores cambios en las temperaturas durante los últimos años (en rojo, datos del Common Sense Climate Index de la NASA muestran los lugares donde más ha variado la temperatura en los últimos años).
Según su análisis, el la crisis climática contribuye a la inestabilidad económica y política, empeorando a su vez los efectos provocados por los desplazamientos.
A todo ello se suman los miles de huidas directamente relacionadas con el clima. Sequías, inundaciones, desertificación y otros desastres naturales obligan a huir a miles de personas en todo el mundo y contribuyen a las malas cosechas, que agravan todavía más, las consecuencias de la guerra. Somalia, Yemen y Sudán del Sur son los rostros más visibles de esta situación. Son desplazados climáticos.
Cuando la guerra o la violencia provocan huidas masivas, la única opción para los desplazados es a menudo recurrir a los recursos naturales: los únicos que tienen para sobrevivir. Uno de los más demandados suele ser la madera, que utilizan como combustible o para construir un refugio para protegerse. Esto puede dañar rápidamente el entorno local o dañar los bosques u otros ecosistemas.
Para evitar los posibles daños a largo plazo, ACNUR trabaja en la reforestación de los entornos locales plantando miles de árboles frutales y de sombra, en un proyecto de reforestación que luchan contra el avance del desierto del Sáhara en Chad.
En el Día del Árbol, 9,4 millones de personas plantaron en Chad, al menos, un árbol cada uno, un momento que ACNUR aprovechó para explicar a los refugiados las distintas formas de respetar el medio ambiente y evitar la tala indiscriminada de árboles. “La naturaleza no es un supermercado inagotable. Es la responsabilidad de todos salvaguardar el entorno para las próximas generaciones”, dice Gore, encargado de la oficina de ACNUR en el sur de Chad.
Chad es uno de los países más secos y cálidos de la tierra. Sus habitantes han sido testigo de cómo el Lago Chad ha reducido su tamaño a menos de la mitad durante los últimos años a causa del avance del desierto del Sáhara por la zona semi-árida del Sahel. La lucha por detener su avance es uno de los mayores desafíos medioambientales de la tierra.
En el mes de marzo, en los campamentos de ACNUR en Chad comenzaron a trabajar en los viveros de árboles, llenando miles de pequeñas bolsas de plástico con tierra y arena en las que fueron plantando un árbol en cada una. Luego, se colocaron a la sombra para protegerlas de los 50º a los que llega el calor en algunos meses del año. Aunque la lluvia es un bien escaso en Chad, agosto, en medio de la temporada de lluvias, hace que el suelo esté listo para nutrir la planta.
Limones, papayas y mangos en forma de semillas se distribuyen a refugiados, desplazados y locales para que los planten junto a sus casas. Los dos años que lleva en marcha el programa de reforestación muestran que los árboles plantados en las casas tienen más oportunidades de sobrevivir. En los campos, muchos mueren por falta de agua o comidos por burros y vacas.
Además, ACNUR apoya el programa regional de reforestación en la zona del Sahel plantando 400.000 árboles durante este año.
“Este año plantaremos 250.000 especies forestales y 150.000 árboles frutales”
Andrea Masini de ACNUR.