Cada 14 de octubre se celebra el Día del Patrimonio Cultural Árabe. En honor a esta cultura, una de las más ricas y paradójicamente una de las más dañadas en los últimos años, hacemos este recopilatorio.
La cultura árabe es una de las más antiguas del mundo. Quizás, por eso, no nos sorprende que gran parte del Patrimonio de la Humanidad en peligro forme parte de ella. Pero a pesar de que muchos de estos monumentos datan de fechas anteriores a Cristo, las mayores pérdidas han sucedido en los últimos años.
Desde ruinas de califas omeyas que vivieron en lo que hoy llamamos Líbano, hasta ciudades sirias como Bosra y la ciudad vieja de Alepo, Desde urbes muy antiguas como la de Palmira, pasando por mezquitas iraquíes, hasta estatuas afganas como los Budas de Bāmiyān. Todas ellas se han visto afectadas por la guerra.
A pesar de que millones de personas han tenido que huir de países como Siria, el apego de este pueblo por su cultura va más allá de las fronteras.
Recuperar la literatura y la cultura árabe ha sido, desde el día en el que llegó a Alemania, la principal motivación de este estudiante sirio de literatura que decidió abrir una biblioteca que se ha convertido también en un foro de intercambio cultural con la comunidad local.
En los campos de refugiados de Jordania, los refugiados también buscan volver a sus raíces para que su cultura no caiga en el olvido. Así fue como a Mahmoud se le ocurrió recrear las ruinas de Palmira con el material que tenía a su alcance: brochetas de kebab.
Si “compañero es con quien compartes el pan”, las ciudades europeas llevan años abriendo sus puertas a la cocina siria, afgana o libanesa, poniendo en los fogones a cocineros refugiados. Entender la cultura árabe a través de su comida ha sido una de las formas de integración y acercamiento con mejores resultados en iniciativas como Cuisine Lab o el Refugee Festival que se siguen celebrando cada año.
Aunque esta práctica se extiende más allá del mundo árabe a toda la población musulmana (el 80% de los musulmanes no son árabes), el ramadán es una práctica muy presente en los campos de refugiados de la Península Arábiga. El propio concepto de esta práctica parte de la idea de empatía y solidaridad, tan arraigada entre quienes han tenido que huir de sus hogares. Tras pasar todas las horas de luz del día sin comer ni beber, quienes practican el ramadán se ponen en el lugar de quien no tiene nada que llevarse a la boca.
Shadiya, una refugiada siria con más de tres ramadanes en el exilio, nos cuenta cómo, a pesar de no tener grandes banquetes cuando cae la noche, esta práctica sigue siendo un nexo de unión para los refugiados.
Tener intimidad y disponer de un espacio para cambiarse sin ser visto por extraños es algo especialmente importante dentro de la cultura árabe. Por ello, los campos de refugiados para sirios o iraquíes ponen especial atención en proporcionar refugios aislados, con paredes opacas y un cerrojo que de la sensación de intimidad, tan necesaria para las mujeres árabes.
Además de tratarse de un tema cultural, esto es también una forma de proteger a mujeres y menores, o incluso a hombres, de posibles abusos, ya que 2017 cerraba con un aumento de violaciones a varones y niños sirios.