Durante el siglo XX, los grandes avances médicos desarrollados por la humanidad lograron reducir notablemente la mortalidad de las enfermedades epidémicas. En tan solo unas décadas, enfermedades...
Durante el siglo XX, los grandes avances médicos desarrollados por la humanidad lograron reducir notablemente la mortalidad de las enfermedades epidémicas. En tan solo unas décadas, enfermedades como la gripe, el sarampión o la viruela pasaron de ser las principales causas de muerte en el planeta a ser fácilmente curables y prevenibles.
Con la llegada del siglo XXI, una serie de crisis humanitarias y medioambientales, que han afectado especialmente a los países más pobres del planeta, ha provocado que algunas enfermedades epidémicas hayan rebrotado de manera inesperada. Estos son algunos de los casos de pervivencia de enfermedades epidémicas mortales más graves en la actualidad.
Bajo esta categoría se incluyen enfermedades que pueden provocar discapacidades a largo plazo, desfiguración física e, incluso, la muerte. Todas ellas son prácticamente inexistentes en Europa, aunque algunas sí tuvieron una fuerte presencia en este continente, como la lepra. Otras, como la úlcera Buruli, son generalmente desconocidas en el mundo occidental.
La zona del planeta donde más graves se han vuelto estas epidemias ha sido África Oriental, concretamente los países ubicados en la costa norte del Golfo de Guinea. Países como Costa de Marfil, Ghana, Togo o Benin han padecido guerras, desastres naturales y pobreza extrema desde su mismo nacimiento en torno a los años 60. Esto ha favorecido que hayan brotado enfermedades que ahora son un grave riesgo para la población.
La gran epidemia mundial del siglo XX apareció con fuerza en los años 80. Inicialmente se consideró que solo afectaba a los homosexuales y usuarios de drogas inyectables siendo marcada con un fuerte estigma social. A finales del siglo XX, su mortalidad fue controlada en casi todo el mundo occidental.
Actualmente sigue causando miles de muertes en África Meridional. El estigma que aún arrastra hace más difícil su prevención ya que muchas personas evitan hacerse las pruebas. También ha provocado que algunos gobiernos no se impliquen lo suficiente, haciendo que la enfermedad siga en muchos lugares fuera de control.
El cólera es una enfermedad intestinal se transmite por el agua. Provoca vómitos y diarreas y puede llegar a ser mortal si no es tratada a tiempo. Durante el siglo XIX y XX generó graves pandemias y acabó con las vidas de miles de personas por todo el planeta. Su tratamiento hoy en día es sencillo, a base de soluciones salinas, pero en ciertos contextos de insalubridad y hacinamiento se propaga con facilidad.
Este ha sido el caso de Yemén, un país afectado desde hace años por un violento conflicto armado interno. La destrucción de infraestructuras de saneamiento y el altísimo número de desplazados internos, que sobreviven en asentamientos improvisados e insalubres ha generado una epidemia que podría haber infectado ya a más de un millón de personas.
La malaria es una enfermedad transmitida por un mosquito particularmente presente en las zonas tropicales del planeta. Es una enfermedad que no tiene tratamiento, más allá de los cuidados paliativos y la labor del propio cuerpo. Por esta razón, la mejor solución es la prevención.
En República Centroafricana, el conflicto armado ha llevado al desplazamiento forzado a millones de personas, muchas de las cuales han tenido que huir a zonas rurales. Sin posibilidad de prevenir con una simple mosquitera o un spray antimosquitos, estos desplazados han quedado expuestos a una enfermedad que en muchos casos supone la muerte.
Esta enfermedad causada por una bacteria, suele dar los primeros síntomas, fiebre alta y dolor de garganta, entre dos y cinco días después de la exposición. Se propaga por el aire, por contacto directo o a través de tejidos contaminados. Su tratamiento es sencillo y su prevención también es simple, pero en poblaciones no inmunizadas y en situaciones de insalubridad puede causar estragos.
Este fue el caso de los cientos de miles de refugiados rohingya que escaparon desde Myanmar con destino a Bangladesh a partir de finales de agosto de 2017. Aunque el mayor temor inicial fue un brote de cólera que se pudo evitar, el alto número de rohingyas no inmunizados contra la difteria provocó un brote que causó estragos a finales de ese año.
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