La combinación de violencia, conflicto, pandemia, pobreza, hambre y crisis climática agrava la situación de millones de personas desplazadas. La mayoría de ellas son acogidas por países en vía de desarrollo.
A finales de enero, más de 60.000 personas centroafricanas huyen a países vecinos, principalmente a República Democrática del Congo (RDC), debido a la violencia surgida a partir de las elecciones del 27 de diciembre. El número de centroafricanos que huye aumenta rápidamente. ACNUR y sus socios refuerzan la ayuda a las personas recién llegadas a la RDC y trabaja con el gobierno y sus socios para reubicar a miles de refugiados en sitios más seguros y mejor equipados, lejos de la frontera.
El 15 de marzo, la guerra en Siria cumple diez años y la situación, lejos de mejorar, es más crítica que nunca. Una década de bombas y ataques que deja trauma, sufrimiento, miles de muertos y uno de los mayores éxodos de la historia reciente. Una generación entera de sirios está en peligro y, sin embargo, esta emergencia está cada vez más lejos del foco mediático.
Durante estos diez años de guerra en Siria, ACNUR ha estado apoyando a los refugiados y a los desplazados internos, y continúa haciéndolo una década después del inicio del conflicto.
Yemen continúa inmersa en un conflicto que ha desencadenado lo que la ONU ha calificado como la peor crisis humanitaria del mundo. Alrededor del 80 % de sus 31 millones de habitantes necesitan ayuda humanitaria, incluidos 5 millones al borde de la hambruna. Unos 223.000 refugiados, principalmente de Somalia, siguen siendo muy vulnerables.
La guerra en Yemen ha provocado una de las mayores crisis de desplazados del mundo, ha colapsado la economía, ha aumentado las vulnerabilidades de la población, que pasa hambre y escasez, y ha revertido los avances conseguidos antes del conflicto. Según la ONU, los altos niveles de inseguridad alimentaria persisten en el país en medio del conflicto, la crisis económica y la pandemia de la COVID-19.
Desde el inicio del conflicto en Yemen, ACNUR está en terreno proporcionando material de emergencia, ayudas económicas para comprar medicamentos y alimentos, servicios psicosociales y otros tipos de asistencia a los desplazados por la guerra.
La vida ya era dura en los campos de refugiados de Cox’s Bazar, en Bangladesh, pero con la llegada de la emergencia sanitaria de la COVID-19, el incendio en los campos de refugiados rohingya de Cox’s Bazar que arrasó miles de refugios el pasado mes de marzo y las inundaciones por las lluvias monzónicas durante el verano, las necesidades humanitarias se han disparado. El último año ha sido uno de los más complicados para los cientos de miles de personas que viven en Cox’s Bazar.
A pesar de las enormes dificultades, la población rohingya refugiada continúa dando muestras de una enorme resiliencia. ACNUR está en terreno ofreciendo ayuda y soluciones a las personas desplazadas a la fuerza. Por ahora, la ayuda humanitaria sigue siendo el único salvavidas para muchos de ellos.
La crisis climática se agrava, y tiene un mayor impacto en las regiones más pobres del planeta. El cambio climático está afectando a la alimentación, al agua, a la tierra, a los medios de vida y la supervivencia. Las personas desplazadas son algunas de las que más protección necesitan.
Desde el inicio de la pandemia, se han producido más de 100 desastres naturales que han afectado a más de 50 millones de personas, según el Informe mundial sobre desastres 2020. Como la crisis sanitaria, la crisis climática necesita de nuestra atención hoy más que nunca.
Según las últimas investigaciones, sin una acción climática contundente y una reducción significativa del riesgo de desastres climáticos, en 2050, 200 millones de personas necesitarán anualmente ayuda humanitaria debido a los efectos del cambio climático.
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO por sus siglas en inglés) publica El estado de la inseguridad alimentaria en el mundo 2021, el informe sobre el hambre en el mundo más desolador hasta la fecha.
La lista de personas que pasan hambre en el mundo crece dramáticamente, y lo hace a un ritmo superior al que crece la población mundial. Se está muy lejos de alcanzar el segundo Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS), que tiene como meta erradicar el hambre para 2030.
De hecho, según las previsiones, unos 660 millones de personas podrían seguir padeciendo hambre en 2030, en parte por los efectos de la COVID-19. Son 30 millones de personas más que si no hubiese tenido lugar la pandemia.
En lo que va de año, 700.000 personas se han visto obligadas a huir de sus hogares debido a la violencia y a la inseguridad. Este último éxodo agrava aún más la crisis humanitaria crónica que padece el país. Afganistán ha sufrido una de las situaciones prolongadas de refugiados más largas del mundo, con más de 2,6 millones de personas refugiadas. El futuro para millones de afganos es hoy incierto.
También es una de las zonas del planeta más expuestas a desastres naturales. La sequía afecta actualmente al 80 % de la población afgana. Además, nueve millones de personas han perdido sus medios de vida por culpa de la pandemia de COVID-19, lo que ha aumentado el hambre y la pobreza. El 45 % de las personas en Afganistán padece desnutrición, según el Banco Mundial.
ACNUR y sus socios están proporcionando alimentos, refugio, artículos de higiene y ayuda de emergencia para cubrir las necesidades más básicas de las personas que huyen. La Agencia permanece en el país y presta asistencia y apoyo humanitario al pueblo afgano.
Desde noviembre de 2020, los enfrentamientos entre el gobierno federal y el Frente de Liberación Popular de Tigray están provocando el desplazamiento de miles de personas, pérdidas de empleo y destrucción generalizada de los medios de vida.
La ONU estima que podría haber 2,3 millones de personas afectadas por el conflicto en Tigray, Etiopía, y en las fronteras regionales hacia Amhara y Afar.
La crisis humanitaria afecta a los desplazados internos etíopes en Tigray, a los refugiados eritreos en esa región y a las decenas de miles de refugiados que han cruzado al vecino Sudán para escapar de la violencia.
Gracias al apoyo de sus socios y donantes, ACNUR presta ayuda desde el inicio de la crisis a los desplazados forzados. Los equipos de la Agencia trabajan en la zona para responder a la situación, junto con las autoridades locales y sus socios en terreno.
Los ataques perpetrados a finales de marzo en Palma, un pueblo costero, obligaron a huir a decenas de miles de personas. Casi la mitad eran niños. La mayoría de los nuevos desplazados fueron acogidos por comunidades locales con pocos recursos.
Estas personas se suman a los más de 700.000 desplazados internos en las provincias de Cabo Delgado, Nampula, Niassa, Sofala y Zambesia, como resultado de la violencia sufrida en la zona desde 2017.
La situación en Mozambique es crítica. Desde que comenzó el conflicto en 2017, han muerto decenas de miles de personas. Se han producido saqueos, quema de casas y graves daños a centros de salud y escuelas. Además, el país continúa sufriendo las consecuencias de los devastadores ciclones que tuvieron lugar en 2019.
ACNUR proporciona asistencia básica, servicios de protección, refugios, apoyo psicosocial y material básico de emergencia, como mantas, sacos, esterillas, lámparas solares y artículos de cocina a las personas desplazadas.
La de República Democrática del Congo (RDC) es una de las crisis humanitarias más complejas del mundo. Es el país de África con la cifra más alta de desplazados internos, con más de cinco millones. De ellos, dos millones se encuentran desplazados en la provincia de Kivu Norte.
Aunque la mayoría de los desplazamientos en el país son internos, el aumento de la violencia ha obligado a cientos de miles de personas a huir a países vecinos. Hay casi un millón de congoleños refugiados en once países africanos.
La respuesta humanitaria en RDC está sobrepasada por el impacto acumulado de múltiples emergencias, incluidas las secuelas de la erupción volcánica del Monte Nyiragongo en Goma, el 22 de mayo. La erupción dejó más de 450.000 desplazados internos y 350.000 personas con necesidad de ayuda humanitaria.
ACNUR sigue trabajando con el gobierno, las autoridades locales y sus socios para ayudar a las personas desplazadas internas, proporcionando refugio, ayuda básica de emergencia y protección.
La emergencia en Sudán del Sur atraviesa un momento crítico. Además de la amenaza climática, Sudán del Sur sufre las consecuencias del conflicto prolongado, de la pandemia de COVID-19 y del hambre. Además, las fuertes lluvias de verano arrasaron las tierras de cultivo y el ganado de muchas familias, y con ellos sus medios de vida.
La de Sudán del Sur es la mayor crisis de desplazados de África, con 2,2 millones de personas refugiadas en países vecinos y 1,6 millones de desplazados internos. La nación más joven del mundo cumple una década de independencia en medio de una gran crisis humanitaria, alimentaria, económica y climática. El 60 % de la población sufre inseguridad alimentaria aguda.
Hasta el momento, ACNUR solo ha recibido el 38 % de los 224 millones de dólares necesarios para cubrir la emergencia en Sudán del Sur durante 2021. Se necesitan fondos para mejorar las actuales condiciones de vida de las personas y para que puedan construir un futuro.
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